Book of Common Prayer
No tardes en venir
(Sal 40:13-17)
Al director. Canción de David. Para conmemorar.
1 ¡Dios mío, apresúrate a rescatarme!
SEÑOR, ven pronto a ayudarme.
2 Que los que buscan destruirme
terminen sintiéndose avergonzados y humillados.
Que los que me desean el mal
se retiren sin lograr nada.
3 Que los que se burlan de mí
retrocedan avergonzados.
4 Pero que los que buscan tu ayuda
encuentren la felicidad.
Que todos los que te aman puedan decir:
«¡Qué grande es Dios!»
5 Dios mío, ven pronto y ayúdame,
que soy pobre y humilde.
SEÑOR, tú eres quien me salva y me protege.
Por favor no tardes en venir.
Tú eres mi esperanza
1 SEÑOR, en ti he buscado refugio;
no me decepciones.
2 Rescátame y libérame porque eres justo.
Escúchame y sálvame.
3 Sé tú mi roca
donde acudo a refugiarme,
pues tú diste la orden de salvarme.
Tú eres mi roca, mi fortaleza.
4 Dios mío, rescátame de las garras del perverso,
del delincuente y del violento.
5 Señor DIOS, tú eres mi esperanza;
he confiado en ti desde mi juventud.
6 He dependido de ti desde antes de nacer.
Tú me has ayudado desde que estaba en el vientre de mi madre.
Siempre te estoy alabando.
7 Tú eres mi poderoso refugio,
y me he convertido en un ejemplo para los demás.
8 Te honro y alabo
con mi boca todo el día.
9 No me apartes de ti en mi vejez;
no me abandones mientras voy perdiendo fuerzas.
10 Mis enemigos hacen planes contra mí;
se han aliado los que quieren matarme.
11 Mis enemigos dicen: «Él no tiene quién lo salve.
Dios lo ha abandonado, ¡atrapémoslo!»
12 Dios mío, no me abandones;
apresúrate y ven a salvarme.
13 Que mis enemigos sean avergonzados y destruidos;
que los que quieren hacerme daño se cubran de vergüenza y humillación.
14 Pero yo siempre confiaré en ti;
te alabaré cada día más.
15 Todo el día hablaré de tu justicia y salvación;
aunque es algo que no alcanzo a comprender.
16 Señor DIOS, cantaré acerca de tus poderosas obras;
haré que se recuerde tu justicia, solamente la tuya.
17 Dios mío, tú me has enseñado desde mi juventud
y nunca he dejado de hablar de tus obras maravillosas.
18 Dios mío, no me abandones
aun cuando esté viejo y con canas,
hasta que les cuente a las nuevas generaciones
acerca de tu poder y de tu fortaleza.
19 Dios mío, tu justicia llega hasta el cielo;
has hecho grandes cosas;
no hay dios como tú.
20 Aunque me has hecho pasar por dificultades y malos ratos,
me revivirás y me harás volver de las profundidades de la tierra.
21 Acrecentarás mi grandeza
y volverás a consolarme.
22 Yo te agradeceré al son del instrumento de salterio,
por tu fidelidad, Dios mío;
a ti, Santo de Israel,
te alabaré tocando el arpa.
23 Te alabarán mis labios y todo mi ser,
cantaré a ti porque me salvaste.
24 Mi boca hablará
todo el tiempo de tu justicia,
pues aquellos que querían destruirme
quedaron derrotados y humillados.
No te olvides de tu pueblo
Un poema de Asaf.
1 ¿Por qué nos has dejado solos para siempre, Dios mío?
¿Por qué estás tan enojado con las ovejas de tu prado?
2 No te olvides del pueblo que adquiriste desde tiempos antiguos,
al que rescataste para hacerlo tu tribu.
Y recuerda el monte Sion, el lugar donde vivías.
3 Ven a caminar por estas ruinas antiguas;
mira, el enemigo destruyó todo el Lugar Santo.
4 Ruge el enemigo en tu templo,
y ha puesto sus banderas para demostrar que ha vencido.
5 Los soldados enemigos usaron hachas y machetes contra las puertas,
como si estuvieran derribando bosque.
6 Con hachas y martillos
destruyeron todas las piezas labradas en madera que había en tu templo.
7 Quemaron tu santuario;
no respetaron el lugar que fue construido para honrar tu nombre.
8 Los enemigos decidieron destruirnos por completo;
quemaron todos los sitios sagrados que había en el país.
9 Ya no vemos tus señales, ya no tenemos profetas.
No sabemos cuánto tiempo más durará esta situación.
10 Dios mío, ¿hasta cuándo seguirá el enemigo burlándose de ti?
¿Va a seguir insultándote toda la vida?
11 ¿Por qué has retirado tu mano protectora?
¿Por qué te quedas cruzado de brazos?
12 Dios mío, tú has sido nuestro Rey desde hace muchísimo tiempo;
nos has salvado muchas veces.
13 Con tu poder abriste el mar Rojo;
derrotaste a los monstruos del mar.
14 Aplastaste las cabezas de Leviatán,
e hiciste que lo devoraran las fieras del desierto.
15 Tú hiciste fluir los manantiales y los riachuelos
y también secaste ríos inagotables;
16 controlas el día y la noche;
creaste el sol y la luna.
17 Tú pusiste límites a la tierra;
creaste el verano y el invierno.
18 Recuerda esto, SEÑOR, fue el enemigo quien se burló de ti;
y es un pueblo insensato el que odia tu nombre.
19 No permitas que esos animales salvajes maten a tu paloma;
no eches al olvido a tu pobre pueblo.
20 Recuerda tu pacto y protégenos,
porque hay violencia en todas las esquinas de este país.
21 No permitas que humillen más al oprimido;
haz que te alaben los pobres y los necesitados.
22 ¡Levántate, Dios mío! ¡Defiende tu causa!
Recuerda que esos insensatos te han ofendido demasiado.
23 No te olvides de los gritos de tus enemigos,
ni del rugido continuo de los rebeldes.
4 Débora era la líder de Israel. Era profetisa y esposa de Lapidot. 5 Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera, conocida como la palmera de Débora, y los israelitas acudían a ella para que les resolviera sus problemas. La palmera de Débora queda entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. 6 Débora mandó llamar a un hombre llamado Barac hijo de Abinoán, que vivía en la ciudad de Cedes, territorio de Neftalí. Débora le dijo a Barac:
—El SEÑOR Dios de Israel te ordena lo siguiente: “Reúne a 10 000 hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón, y dirígelos al monte Tabor. 7 Yo haré que Sísara, el comandante del ejército de Jabín, llegue hasta ustedes. Haré que Sísara vaya con su ejército y sus carros hasta el río de Quisón[a] y te ayudaré a derrotarlo”.
8 Barac le dijo a Débora:
—Si tú vas conmigo, iré; pero si tú no vas, yo tampoco iré.
9 —Claro que iré contigo—respondió Débora—, pero en esta campaña, no tendrás el honor de derrotar a Sísara. El SEÑOR hará que una mujer derrote a Sísara.
Así que Débora se fue con Barac para la ciudad de Cedes. 10 Ya estando en Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y Neftalí. En total se reunieron 10 000 hombres que lo acompañaron y Débora también iba con ellos.
11 Héber el quenita se había apartado de los otros quenitas, que eran como él descendientes de Hobab, el suegro[b] de Moisés, y había armado su campamento en Zanayin, cerca de Cedes.
12 Ellos le informaron a Sísara que Barac hijo de Abinoán había subido al monte Tabor con su ejército. 13 Así que Sísara mandó reunir sus 900 carros de hierro y a todo su ejército. Todos marcharon desde Jaroset Goyim hasta el río Quisón.
14 Luego Débora le dijo a Barac:
—Levántate. Hoy es el día en que el SEÑOR te va a ayudar a derrotar a Sísara. El SEÑOR irá delante de ti.
Entonces Barac bajó del monte Tabor con sus 10 000 hombres 15 y atacaron a Sísara. Durante la batalla, el SEÑOR hizo que Sísara y su ejército se asustaran y no supieran qué hacer. Barac y sus hombres ganaron la batalla y Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. 16 Pero los hombres de Barac siguieron peleando contra el ejército de Sísara y persiguieron a Sísara, a su ejército y a sus carros hasta Jaroset Goyim. Los hombres de Barac mataron a filo de espada a todo el ejército de Sísara. No dejaron ni a un hombre con vida.
17 Pero Sísara escapó a pie y fue al lugar donde vivía una mujer llamada Jael, esposa de Héber, que pertenecía al grupo de los quenitas. La familia de Héber estaba en paz con Jabín, rey de Jazor. 18 Jael salió a recibirlo y le dijo:
—Señor, entre a mi tienda y no tenga miedo.
Entonces Sísara entró, y Jael lo cubrió con un tapete.
19 Sísara le dijo a Jael:
—Tengo sed, por favor dame agua para beber.
Jael le dio un poco de leche que tenía en una jarra de cuero y luego lo cubrió. 20 Sísara le dijo a Jael:
—Ahora ve a la entrada y quédate allí. Si viene alguien y te pregunta: “¿Hay alguien adentro?”, contesta que no.
21 Sísara estaba tan cansado que se quedó dormido. Mientras tanto, Jael fue a conseguir una estaca y un martillo, entró sin hacer ruido y clavó la estaca en la sien de Sísara. La estaca le atravesó la cabeza y se enterró en la tierra. Así fue como murió Sísara.
22 Al poco tiempo llegó Barac buscando a Sísara. Jael salió a recibirlo y le dijo:
—Entra y te mostraré al hombre que estás buscando.
Entonces Barac entró y vio a Sísara muerto en el suelo, con la estaca atravesada en la sien.
23 Ese día Dios derrotó a Jabín, rey de Canaán e hizo ganar al pueblo de Israel.
15 Durante ese tiempo se reunieron alrededor de 120 hermanos. Pedro se levantó delante de ellos y les dijo: 16 «Hermanos míos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo dijo en la Escritura. Él habló a través de David acerca de Judas el que guió a los que arrestaron a Jesús. 17 Judas era uno de nosotros y tenía parte en nuestro trabajo». 18 (Con el dinero que le dieron por el mal que hizo, compró un terreno. Luego él cayó de cabeza, su cuerpo se reventó y se le salieron todos los intestinos. 19 Cuando los habitantes de Jerusalén lo supieron, le dieron a ese terreno el nombre de Acéldama, que en su lengua significa «Campo de Sangre»). 20 (A)(B)Pedro continuó: «En el libro de los Salmos está escrito:
»“Que a su hogar no se acerque nadie,
y que allí no viva nadie”.[a]
También está escrito:
»“Dejen que otro tome su puesto”.[b]
21 »Así que tenemos que elegir a uno que haya estado con nosotros durante todo el tiempo que estuvimos con el Señor Jesús: 22 desde que Juan comenzó a bautizar hasta el día en que Jesús subió al cielo. Tendrá también que dar testimonio con nosotros de la resurrección de Jesús».
23 Así que propusieron a dos hombres: José Barsabás, también llamado Justo, y Matías. 24 Entonces oraron: «Señor, tú conoces el corazón de todos. Muéstranos cuál de estos dos es tu elegido 25 para hacerse cargo del trabajo de apóstol que Judas dejó para ir a donde pertenecía. Señor, muéstranos quién debe tomar su lugar como apóstol». 26 Entonces lo dejaron a la suerte y la suerte cayó en Matías. Desde ese momento fue apóstol junto con los otros once.
55 Muchas mujeres estaban viendo desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la mamá de Santiago y José, y la mamá de los hijos de Zebedeo[a].
Jesús es sepultado
(Mr 15:42-47; Lc 23:50-56; Jn 19:38-42)
57 Al atardecer, un hombre rico llamado José de Arimatea, vino a Jerusalén. Él también se había convertido en seguidor de Jesús. 58 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 José llevó el cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia. 60 Después puso el cuerpo en un sepulcro nuevo que había sido cavado en la roca. Luego corrió una piedra muy grande hasta la entrada del sepulcro y se fue. 61 María Magdalena y la otra María estaban sentadas al frente del sepulcro.
El sepulcro es puesto bajo vigilancia
62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato, 63 y le dijeron:
—Señor, le recordamos que en vida ese engañador dijo: “Dentro de tres días voy a resucitar”. 64 Ordene, pues, que vigilen el sepulcro hasta el tercer día para que así sus seguidores no puedan venir y robar el cuerpo. Porque después podrían decirle a la gente: “Él ha resucitado de la muerte”. Este engaño sería peor que el primero.
65 Pilato les dijo:
—Pueden disponer una guardia de soldados. Vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan.
66 Entonces se fueron y aseguraron el sepulcro, sellaron la piedra y colocaron guardias.
© 2005, 2015 Bible League International