Con la alabanza que brota de los labios de los pequeñitos
    y de los niños de pecho
has construido una fortaleza,
    para silenciar al enemigo y al vengativo.
Cuando contemplo tus cielos,
    obra de tus dedos,
    la luna y las estrellas que allí fijaste,
me pregunto:
    «¿Qué es el hombre para que en él pienses?
    ¿Qué es el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?».

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