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En el día en que Jehová te dé reposo de tu trabajo, de tus temores y de la dura servidumbre en que te hicieron servir, pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia y dirás:

«¡Cómo acabó el opresor!
¡Cómo ha acabado la ciudad codiciosa de oro!
Quebrantó Jehová el bastón de los impíos,
el cetro de los señores:
el que hería a los pueblos con furor,
con llaga permanente,
el que se enseñoreaba de las naciones con ira
y las perseguía con crueldad.
Toda la tierra está en reposo y en paz.
Se cantaron alabanzas.
Aun los cipreses se regocijaron a causa de ti,
y los cedros del Líbano,
diciendo: “Desde que tú pereciste,
no ha subido cortador contra nosotros.”
El seol abajo
se espantó de ti;
despertó a los muertos
para que en tu venida salieran a recibirte;
hizo levantar de sus sillas a todos los grandes de la tierra,
a todos los reyes de las naciones.
10 Todos ellos darán voces y te dirán:
“¿Tú también te debilitaste como nosotros
y llegaste a ser como nosotros?”
11 Descendió al seol tu soberbia
y el sonido de tus arpas;
gusanos serán tu cama
y gusanos te cubrirán.

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