Ragüel se levantó de un salto y lo llenó de besos, mientras decía llorando: —¡Dios te bendiga, hijo! Tu padre es un hombre excelente. ¡Qué desdicha tan grande que un hombre tan bueno y tan generoso se haya quedado ciego! Y otra vez abrazó llorando a su pariente Tobías.
Ragüel se levantó de un salto, y con lágrimas en los ojos lo besó y le dijo: —¡Bendito seas, hijo mío! ¡Tu padre es un buen hombre! ¡Qué terrible que un hombre tan bueno y generoso se haya quedado ciego! Ragüel no dejaba de llorar y de abrazar a Tobías.