»Ahora, hijos, les recomiendo esto: Sirvan a Dios con sinceridad y hagan lo que a él le agrada. Enseñen a sus hijos a hacer lo que es recto, lo mismo que a hacer obras de caridad. Que se acuerden de Dios, que alaben su nombre en todo tiempo sinceramente y con todas sus fuerzas. Y tú, hijo mío, vete de Nínive, no te quedes aquí. Cuando tu madre muera y la entierres junto a mí, aquel mismo día vete; ni siquiera pases la noche en este país. Porque veo que aquí hay mucha maldad y que desvergonzadamente se cometen muchos engaños.
»Ahora pues, hijo mío, te pido a ti y a tus hijos que obedezcan a Dios con sinceridad, y que siempre hagan lo que a él le agrada. Enseñen a sus hijos a ser justos y a compartir todo lo que tienen con los necesitados. Díganles que nunca se alejen de Dios y lo alaben en todo tiempo con todas sus fuerzas. »Hijo mío, el mismo día que muera tu madre y la entierres junto a mí, vete de la ciudad de Nínive. ¡Ni siquiera pases la noche aquí! En esta tierra hay mucha maldad y engaño, y veo que a nadie le importa.