Antes de llegar a la casa, el ángel le dijo a Tobías: «Estoy seguro de que tu padre volverá a ver. Si le pones la hiel del pescado en los ojos, se le quitarán las cataratas y volverá a ver». Ana estaba sentada, con la mirada fija en el camino. De repente, sin verlo ni oírlo, sintió que su hijo se acercaba, y le dijo a su esposo: «¡Ya viene tu hijo con su amigo!»