Cuando ellos mueran, nadie les rendirá honores, y serán despreciados para siempre entre los muertos. Sin dejarlos hablar, el Señor los lanzará de cabeza, los arrancará de sus cimientos y los arruinará completamente. Estarán llenos de angustia, y no quedará recuerdo de ellos.
Cuando los malos mueren, nadie los recuerda con respeto. Dios los expulsará lejos de su presencia; no los dejará decir ni una palabra. Ellos nunca podrán abandonar el mundo de los muertos. Serán como una casa en ruinas, sufrirán para siempre, y de ellos nadie se acordará.