Luego, dedicándose a una labor reprobable, modela con el mismo barro un falso dios; lo hace un hombre que ayer mismo nació de la tierra y que pronto volverá a la tierra de donde fue sacado, cuando tenga que entregar la vida que recibió prestada.
Ese alfarero pierde tiempo y esfuerzo, haciendo ídolos con el polvo de la tierra. No se da cuenta que poco antes él mismo fue formado de ese polvo y que muy pronto, cuando se le acabe la vida, volverá a ser polvo de la tierra.