Llora por un muerto, porque le falta la luz; llora por un tonto, porque le falta la razón; llora menos por el muerto, porque ya descansó; la vida del tonto es peor que la muerte.
Si lloras por un muerto, no llores por él mucho tiempo; si bien sus ojos se han cerrado, ya se encuentra descansando. Llora más bien por un tonto, porque no puede entender, ¡y eso es peor que estar muerto!