abre tus ojos y mira. No son, Señor, los que ya están en el reino de la muerte, cuyos cuerpos han quedado sin vida, quienes te honran y celebran tu justicia.
Los que estamos vivos podemos adorarte y reconocer que actúas con justicia, a pesar de estar tristes, sin fuerzas y hambrientos. En cambio, los muertos no pueden hacerlo, ¡pues están encerrados en sus tumbas!