Mientras celebraban la victoria en Jerusalén, quemaron a los que habían incendiado las puertas del templo, y también a Calístenes, que estaba refugiado en una choza; así recibió éste el castigo que merecía por su profanación.
Cuando estaban en Jerusalén, celebrando su triunfo, quemaron vivos a los que habían incendiado las puertas del patio del templo. Luego sacaron a Calístenes, que se había escondido en una pequeña casa, y también lo quemaron. Así recibió el justo castigo por su falta de respeto al templo.