Su conducta perversa tuvo un triste final: después de caer prisionero en manos de Aretas, jefe de los árabes, huyó de ciudad en ciudad; perseguido por todos, odiado como traidor a las leyes, aborrecido como verdugo de su patria y de sus compatriotas, fue a parar a Egipto.
Su vida terminó muy mal, pues primero fue tomado preso por Aretas, jefe de los árabes, y luego tuvo que escapar de ciudad en ciudad. Fue perseguido y odiado, por haber rechazado las leyes de su pueblo y por haber traicionado a su país y matado a sus compatriotas. De este modo fue a parar a Egipto.