Viendo que la gente, enfurecida, empezaba a rebelarse, armó Lisímaco cerca de tres mil hombres y dio comienzo a una injusta represión, dirigida por un tal Auranos, hombre tan entrado en años como descentrado en juicio.
Ante la furia de la gente, y el peligro de una guerra, Lisímaco armó a tres mil hombres para atacar a los que se habían rebelado. Al mando de esos hombres puso a un anciano llamado Auranos, que era tan viejo como loco.