Dios quiso que tomaran aquella ciudad, en la que hicieron una matanza espantosa, a tal punto que el estanque vecino, que tiene trescientos sesenta metros de ancho, aparecía lleno de la sangre derramada.
Dios les entregó esa ciudad, y ese día mataron a mucha gente. Fueron tantos los muertos, que un estanque de unos trescientos sesenta metros de ancho, que estaba allí cerca, se llenó de sangre.