Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo de alabanza. De David.
Álef
145 Te exaltaré, mi Dios y Rey;
por siempre bendeciré tu nombre.
Bet
2 Todos los días te bendeciré;
por siempre y para siempre alabaré tu nombre.
Guímel
3 Grande es el Señor y digno de toda alabanza;
su grandeza es insondable.
Dálet
4 Cada generación celebrará tus obras
y proclamará tus proezas.
He
5 Se hablará del esplendor de tu gloria y majestad
y yo meditaré en tus obras maravillosas.[a]
Tsade
17 El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus obras.
Qof
18 El Señor está cerca de quienes lo invocan,
de quienes lo invocan en verdad.
Resh
19 Cumple los deseos de quienes le temen;
atiende a su clamor y los salva.
Shin
20 El Señor cuida a todos los que lo aman,
pero aniquilará a todos los malvados.
Tav
21 ¡Mi boca proclamará alabanzas al Señor!
¡Alabe su santo nombre todo ser viviente,
por siempre y para siempre!
Un llamado a volver al Señor
1 En el mes octavo del segundo año del reinado de Darío, la palabra del Señor vino al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó:
2 «El Señor está ardiendo en ira contra los antepasados de ustedes. 3 Por lo tanto, advierte al pueblo que así dice el Señor de los Ejércitos:
»“Vuélvanse a mí,
y yo me volveré a ustedes”,
afirma el Señor de los Ejércitos.
4 »“No sean como sus antepasados,
a quienes les proclamaron
los antiguos profetas
que así dice el Señor de los Ejércitos:
‘Vuélvanse de sus malos caminos
y de sus malas prácticas’.
Porque ellos no me obedecieron
ni me prestaron atención”,
afirma el Señor.
5 »“¿Dónde están los antepasados de ustedes?
¿Acaso los profetas vivirán para siempre?
6 ¿No se cumplieron en sus antepasados
las palabras y los estatutos
que a mis siervos los profetas
ordené comunicarles?
»”Entonces ellos se volvieron al Señor y dijeron: ‘El Señor de los Ejércitos nos ha tratado tal y como había decidido hacerlo: conforme a lo que merecen nuestros caminos y nuestras acciones’ ”».
El hombre entre los arrayanes
7 En el segundo año del reinado de Darío, en el día veinticuatro del mes de sebat, que es el mes undécimo, la palabra del Señor vino al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó: 8 Una noche tuve una visión, en la que vi a un hombre montado en un caballo rojo. Ese hombre se detuvo entre los arrayanes que había en una hondonada. Detrás de él había jinetes en caballos rojos, marrones y blancos. 9 Yo pregunté: «¿Qué significan estos jinetes, mi señor?». El ángel que hablaba conmigo me respondió: «Voy a explicarte lo que significan». 10 Y el hombre que estaba entre los arrayanes me dijo: «El Señor ha enviado estos jinetes a recorrer la tierra».
11 Los jinetes informaron al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra. Por cierto, la encontramos tranquila y en paz». 12 Ante esto, el ángel del Señor respondió: «Señor de los Ejércitos, ¿hasta cuándo te negarás a compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá con las que has estado enojado estos setenta años?».
13 El Señor respondió con palabras buenas y consoladoras al ángel que hablaba conmigo. 14 Luego el ángel me dijo: «Proclama este mensaje de parte del Señor de los Ejércitos:
»“Mi amor por Jerusalén y por Sión
me hace sentir celos por ellas.
15 En cambio, estoy lleno de ira
con las naciones engreídas.
Mi enojo era poco,
pero ellas lo agravaron”.
16 »Por lo tanto, así dice el Señor:
“Volveré a compadecerme de Jerusalén.
Allí se reconstruirá mi Templo
y se extenderá el cordel de medir sobre Jerusalén”,
afirma el Señor de los Ejércitos.
17 »Proclama además lo siguiente de parte del Señor de los Ejércitos:
»“Otra vez mis ciudades rebosarán de bienes,
otra vez el Señor consolará a Sión,
otra vez escogerá a Jerusalén”».
Pablo el ciudadano romano
22 La multitud estuvo escuchando a Pablo hasta que pronunció esas palabras. Entonces levantaron la voz y gritaron: «¡Bórralo de la tierra! ¡Ese tipo no merece vivir!».
23 Como seguían gritando, tirando sus mantos y arrojando polvo al aire, 24 el comandante ordenó que metieran a Pablo en el cuartel. Mandó que lo interrogaran a latigazos con el fin de averiguar por qué gritaban así contra él. 25 Cuando lo estaban sujetando con correas para azotarlo, Pablo dijo al centurión que estaba allí:
—¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado?
26 Al oír esto, el centurión fue y avisó al comandante.
—¿Qué va a hacer usted? Resulta que ese hombre es ciudadano romano.
27 El comandante se acercó a Pablo y le dijo:
—Dime, ¿eres ciudadano romano?
—Sí, lo soy.
28 —A mí me costó una fortuna adquirir mi ciudadanía —dijo el comandante.
—Pues yo la tengo de nacimiento —respondió Pablo.
29 Los que iban a interrogarlo se retiraron enseguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.
Pablo ante el Consejo
30 Al día siguiente, como el comandante quería saber con certeza de qué acusaban los judíos a Pablo, lo desató y mandó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno. Luego llevó a Pablo para que compareciera ante ellos.
23 Pablo se quedó mirando fijamente al Consejo y dijo:
—Hermanos, hasta hoy yo he actuado delante de Dios con toda buena conciencia.
2 Ante esto, el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban cerca de Pablo que lo golpearan en la boca.
3 —¡Hipócrita,[a] a usted también lo va a golpear Dios! —reaccionó Pablo—. Ahí está sentado para juzgarme según la Ley, ¿y usted mismo viola la Ley al mandar que me golpeen?
4 Los que estaban junto a Pablo le dijeron:
—¿Cómo te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios?
5 —Hermanos, no me había dado cuenta de que es el sumo sacerdote —respondió Pablo—; de hecho, está escrito: “No hables mal del jefe de tu pueblo”.[b]
6 Pablo, sabiendo que unos de ellos eran saduceos y los demás fariseos, exclamó en el Consejo:
—Hermanos, yo soy fariseo de pura cepa. Me están juzgando porque he puesto mi esperanza en la resurrección de los muertos.
7 Apenas dijo esto, surgió un altercado entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea quedó dividida. 8 (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus; los fariseos, en cambio, reconocen todo esto).
9 Se produjo un gran alboroto y algunos de los maestros de la Ley que eran fariseos se pusieron de pie y protestaron. «No encontramos ningún delito en este hombre —dijeron—. ¿Acaso no podría haberle hablado un espíritu o un ángel?». 10 Se tornó tan violento el altercado que el comandante tuvo miedo de que hicieran pedazos a Pablo. Así que ordenó a los soldados que bajaran para sacarlo de allí por la fuerza y llevárselo al cuartel.
11 A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es necesario que lo des también en Roma».
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