Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo de David.
23 El Señor es mi pastor, nada me falta.
2 En verdes pastos me hace descansar, y me guía junto a arroyos tranquilos. 3 Me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia, por amor a su nombre.
4 Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, pues tú irás siempre muy junto a mí. Tu vara de pastor y tu cayado me protegen y me dan seguridad.
5 Preparas un banquete para mí, en presencia de mis enemigos. Me recibes como invitado tuyo, ungiendo con perfume mi cabeza. ¡Mi copa rebosa de bendiciones!
6 Tu bondad e inagotable generosidad me acompañarán toda la vida, y después viviré en tu casa para siempre.
39 »Oh Israel, el Señor Dios dice: “Si ustedes insisten en rendir homenaje a sus ídolos, adelante, ¡pero entonces no me traigan regalos a mí también! ¡Tal falta de respeto y consideración hacia mí debe cesar de inmediato! 40 ¡Porque en Jerusalén, en mi monte escogido, dice el Señor, todo Israel estará consagrado y dedicado a mí solamente! Allí yo los aceptaré, y demandaré sus ofrendas y sus más espléndidos dones. 41 Ustedes serán para mí como una ofrenda de perfume suave cuando los traiga de vuelta del exilio, y las naciones notarán el gran cambio de sus corazones al ver el cambio de sus conductas. 42 Entonces cuando los haya traído de regreso a la tierra que prometí a sus antepasados sabrán que yo soy el Señor. 43 Entonces se acordarán de sus maldades y se avergonzarán y sentirán remordimientos a causa de todo el mal que han hecho. 44 ¡Y cuando yo haya honrado mi nombre haciéndoles toda clase de bien a pesar de su maldad, entonces, oh Israel, ustedes sabrán que yo soy el Señor!”».
Los sellos
6 Y vi cuando el Cordero rompió el primer sello. Entonces uno de los cuatro seres vivientes, con voz de trueno, dijo: «¡Ven y ve!».
2 Obedecí. Y apareció un caballo blanco. El jinete, que tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante a obtener más victorias.
3 Cuando el Cordero rompió el segundo sello, el segundo ser viviente gritó: «¡Ven!».
4 Esta vez apareció un caballo rojo. El jinete recibió una gran espada y autorización para acabar con la paz en la tierra y hacer que por todas partes hubiera guerras y muertes.
5 Cuando el Cordero rompió el tercer sello, escuché al tercer ser viviente que dijo: «¡Ven!».
En la escena apareció un caballo negro cuyo jinete tenía una balanza en la mano. 6 Y una voz que brotó de entre los cuatro seres vivientes, dijo: «Vendo por el salario de un día un kilo de trigo o tres kilos de cebada, pero no le hagan daño al aceite ni al vino».
7 Y cuando rompió el cuarto sello, escuché al cuarto ser viviente que dijo: «¡Ven!».
8 En esta ocasión apareció un caballo amarillo. El jinete que lo montaba se llamaba Muerte, y lo seguía otro jinete llamado Infierno. Se les concedió dominio sobre una cuarta parte de la tierra y autoridad para matar por medio de guerras, hambre, epidemias y fieras salvajes.
9 El Cordero abrió el quinto sello. Vi entonces debajo del altar a las personas que habían muerto por predicar la palabra de Dios y por ser fieles testigos.
10 Aquellas personas clamaban a gran voz: «Soberano Señor, santo y verdadero, ¿cuándo vas a juzgar a los habitantes de la tierra y cuándo vas a vengar nuestra muerte?». 11 Les dieron entonces ropa blanca, y les dijeron que esperaran un poco más, hasta que se completara el número de los demás siervos de Jesús que iban a sufrir el martirio y se les unieran.
12 Cuando el Cordero abrió el sexto sello, se produjo un gran terremoto; el sol se puso negro como si se hubiera puesto ropa de luto, y la luna adquirió un color rojo como la sangre. 13 Las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como caen los higos verdes en medio de un vendaval. 14 El cielo estrellado se fue enrollando como un pergamino hasta desaparecer, mientras las montañas y las islas fueron removidas de su lugar.
15 Los reyes de la tierra, los dirigentes del mundo, los ricos, los poderosos, y la humanidad entera, esclavos o libres, buscaban refugio en las cuevas y entre las peñas de las montañas, 16 y gritaban a las montañas: «¡Caigan sobre nosotros, escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero! 17 ¡El gran día de su ira ha llegado! ¿Quién podrá sobrevivir?».
Los 144.000 sellados
7 Entonces vi a cuatro ángeles que, parados en las cuatro esquinas de la tierra, detenían los cuatro vientos para que estos no se desataran sobre la tierra, el mar y los árboles.
2 Luego vi a otro ángel que venía del este con el sello del Dios viviente. Y gritó a los cuatro ángeles que habían recibido autorización para dañar la tierra y el mar:
3 «¡No vayan a dañar la tierra, ni el mar, ni los árboles, porque todavía no hemos marcado en la frente a los siervos de nuestro Dios».
4-8 Escuché el número de los que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Israel:
de Judá 12.000
de Rubén 12.000
de Gad 12.000
de Aser 12.000
de Neftalí 12.000
de Manasés 12.000
de Simeón 12.000
de Leví 12.000
de Isacar 12.000
de Zabulón 12.000
de José 12.000
de Benjamín 12.000
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