Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Cántico de los peregrinos.
126 Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
nos parecía estar soñando.
2 Nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían:
«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos».
3 Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.
4 Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.
5 El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha.
6 El que llorando esparce la semilla,
cantando recoge sus gavillas.
3 Fortaleced las manos débiles,
afirmad las rodillas temblorosas;
4 decid a los de corazón temeroso:
«Sed fuertes, no tengáis miedo.
Vuestro Dios vendrá,
vendrá con venganza;
con retribución divina
vendrá a salvaros».
5 Se abrirán entonces los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
6 saltará el cojo como un ciervo,
y gritará de alegría la lengua del mudo.
Porque aguas brotarán en el desierto,
y torrentes en el sequedal.
7 La arena ardiente se convertirá en estanque,
la tierra sedienta, en manantiales burbujeantes.
Las guaridas donde se tendían los chacales
serán morada de juncos y papiros.
Jesús y Juan el Bautista(A)
18 Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos 19 y los envió al Señor a preguntarle:
―¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
20 Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron:
―Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”
21 En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. 22 Entonces respondió a los enviados:
―Id y contadle a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. 23 Dichoso el que no tropieza por causa mía.
24 Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Si no, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27 Este es de quien está escrito:
»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará el camino”.[a]
28 Os digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él».
29 Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan. 30 Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.[b]
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