Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
5 »Ciudad de Jerusalén,
quítate esa ropa de luto;
aleja tu tristeza y amargura.
¡Vístete para siempre
con el poder que Dios te da!
2 Que la justicia de Dios
te cubra como un manto,
y que el poder de Dios
sea la corona de tu cabeza.
3 Dios mismo mostrará
tu grandeza y esplendor,
y todo el mundo lo verá.
4 Dios te dará un nuevo nombre,
y para siempre te llamarán:
“Paz en la justicia,
y poder en el servicio”.
5 »Jerusalén, ponte de pie,
sube a la colina más alta,
mira hacia donde sale el sol,
y contempla a tus habitantes.
El Dios todopoderoso
los ha reunido y llamado
de todas las naciones del mundo.
Vienen llenos de alegría,
porque Dios les ha dado libertad.
6 »Sus enemigos los tomaron presos,
y se los llevaron a pie;
pero Dios traerá a tus habitantes
en carruajes de reyes.
7 Dios mismo ha dado la orden
de aplanar montañas y colinas,
y de rellenar todos los valles,
hasta que la tierra quede pareja.
Así tus habitantes,
guiados por Dios mismo,
no encontrarán ningún tropiezo.
8 Dios también ha ordenado
que los árboles aromáticos
den su sombra a los israelitas.
9 Dios guiará a su pueblo con alegría,
y los protegerá con su poder,
con su amor y su justicia».
Dios enviará a su mensajero
3 1-2 El Dios todopoderoso ha dicho:
«¡Miren al mensajero de mi pacto! Ustedes esperan su llegada, y él ya se ha puesto en marcha. Lo estoy enviando delante de mí, para que me prepare el camino. Cuando menos lo esperen, yo entraré en mi templo. Yo soy el Dios todopoderoso, a quien ustedes buscan.
»Mi mensajero ya viene. Pero, cuando llegue, nadie va a poder resistir su presencia. ¡Ese día nadie va a poder mantenerse en pie! Mi mensajero es como el fuego que purifica los metales; es como el jabón que limpia la mugre. 3-4 Cuando llegue, se sentará a borrar los pecados de los descendientes de Leví, como si purificara oro y plata en el fuego. Así ellos podrán presentar las ofrendas de la gente de Judá y de Jerusalén. Las presentarán como a mí me agrada, y yo las recibiré con alegría, como antes las recibía».
68 «¡Alabemos al Dios de Israel,
porque ha venido a salvarnos!
69 »Nos ha dado un Salvador muy poderoso,
descendiente del rey David, su servidor.
70 »Esto lo había prometido
hace mucho tiempo,
por medio de sus
santos profetas:
71 que él iba a salvarnos
de nuestros enemigos
y de todos aquellos
que nos odian.
72 »Él dijo que sería bondadoso con su pueblo,
y que cumpliría su santa promesa.
73 »Él prometió a nuestro
antepasado Abraham,
74 que iba a salvarnos
de nuestros enemigos.
»Así podríamos servirle
sin ningún temor,
75 y vivir sólo para él,
practicando la justicia
todos los días de nuestra vida.
76 »Y tú, hijo mío, serás llamado:
“Profeta del Dios altísimo”.
»Tú irás delante del Mesías,
preparando a la gente para su llegada.
77 »Le dirás a su pueblo
que ya tiene salvación,
pues Dios perdona sus pecados.
78 »Dios nos ama tanto,
que desde el cielo
nos envió un Salvador,
como si fuera el sol
de un nuevo día.
79 »Él salvará a los que viven
en peligro de muerte.
»Será como una luz
que alumbra en la oscuridad,
y guiará nuestros pasos
por el camino de la paz.»
Pablo ora por los miembros de la iglesia
3 Siempre doy gracias a mi Dios, al acordarme de ustedes; 4 y cuando oro, siempre pido con alegría por todos, 5 porque me ayudaron a anunciar la buena noticia desde el primer día que la oyeron hasta ahora. 6 Dios empezó el buen trabajo en ustedes, y estoy seguro de que lo irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo vuelva.
7 Está bien que yo piense así de todos ustedes, porque los quiero mucho, y porque ustedes comparten conmigo el trabajo de amor que Dios me ha encargado. En la cárcel, o delante de los jueces, ustedes siempre me apoyan para afirmar la verdad de esta buena noticia. 8 Dios sabe que no miento cuando digo que los extraño y los quiero con el tierno amor que Jesucristo me da.
9 Le pido a Dios que ustedes se amen cada vez más, y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente, 10 para que sepan cómo elegir lo mejor. Así, cuando Cristo vuelva, estarán sin pecado y nadie podrá acusarlos de nada. 11 Porque, con la ayuda de Jesucristo, ustedes harán lo bueno, para que la gente alabe y honre a Dios.
Juan el Bautista
3 1-2 Juan el Bautista, el hijo de Zacarías, vivía en el desierto. Dios le habló allí, en el desierto, cuando Tiberio tenía ya quince años de ser el emperador romano y Poncio Pilato era el gobernador de la región de Judea. En ese tiempo Herodes Antipas gobernaba en la región de Galilea; por su parte Filipo, el hermano de Herodes, gobernaba en las regiones de Iturea y Traconítide; Lisanias gobernaba en la región de Abilene. Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes del pueblo judío.
3 Juan fue entonces a la región cercana al río Jordán. Allí le decía a la gente: «¡Bautícense y vuélvanse a Dios! Sólo así Dios los perdonará.»
4 Mucho tiempo atrás, el profeta Isaías había escrito acerca de Juan:
«Alguien grita en el desierto:
“Prepárenle el camino a nuestro Dios.
¡Ábranle paso!
¡Que no encuentre estorbos!
5 ”Rellenen los valles,
y conviertan en llanura
la región montañosa.
Enderecen los caminos torcidos.
6 ¡Todo el mundo verá
al Salvador que Dios envía!”»
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