Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
La bondad de Dios
SALMO 113 (112)
113 ¡Alabemos a nuestro Dios!
Ustedes, los que obedecen a Dios,
¡alábenlo!
2-3 ¡Sea siempre bendito nuestro Dios!
¡Alábenlo a todas horas!
¡Alábenlo ahora y siempre!
4-6 Dios reina en las alturas,
y desde allí contempla
los cielos y la tierra.
Dios gobierna con poder
sobre todas las naciones.
¡No hay nada que se compare
con nuestro Dios!
7 A la gente pobre y humilde
la saca de la miseria,
8 y le da un sitio de honor
entre la gente importante.
9 A la mujer que no tiene hijos,
le concede dos alegrías:
¡llegar a ser madre,
y tener un hogar!
¡Alabemos a nuestro Dios!
Isaac y Rebeca
24 Abraham ya era muy anciano, y Dios lo había bendecido en todo. 2 Un día, Abraham le dijo a su mayordomo:
—Pon tu mano debajo de mi pierna porque me vas a hacer un juramento. 3-4 Aunque vivo entre los cananeos, me vas a jurar por el Dios del cielo y de la tierra, que no casarás a mi hijo Isaac con ninguna mujer de Canaán. Más bien, ve a mi tierra y busca entre mis familiares una esposa para él.
5 Pero el mayordomo le contestó:
—¿Y qué pasa si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra? ¿Debo entonces llevar a tu hijo para que él mismo la busque?
6 Y Abraham le dijo:
—¡Más te vale que no lo hagas! 7 Cuando el Dios del cielo me pidió que dejara la casa de mi padre y mi país, me prometió bajo juramento que esta tierra se la daría a mis descendientes. Así que él enviará delante de ti a su ángel, para que encuentres allá una esposa para mi hijo. 8 Si ella no quiere venir contigo, quedarás libre de tu juramento. ¡Pero de ningún modo permitiré que te lleves a mi hijo!
9 El mayordomo se comprometió con su amo Abraham a cumplir el juramento, 10 y luego de tomar diez camellos y lo mejor que tenía su amo, se puso en marcha hacia el pueblo de Nahor, que está en Mesopotamia.
Cómo tratar a los demás
5 1-2 Cuando corrijas a un anciano, no lo regañes; al contrario, aconséjalo como si fuera tu propio padre. Trata a las ancianas como a tu propia madre, a los jóvenes como a tus hermanos, y a las jóvenes como a tus hermanas, es decir, con todo respeto.
3 Ayuda a las viudas que de veras necesiten ayuda. 4 Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, son ellos los primeros que deben ayudarla en todo lo que necesite, así como antes ella los cuidó y los ayudó. Esto es lo que Dios quiere que se haga.
5 La viuda que realmente se ha quedado sola, confía en Dios y le pide su ayuda de día y de noche. 6 Pero la viuda que sólo piensa en divertirse está muerta en vida. 7 Por eso, ordénales a todos que hagan lo que te he dicho, para que nadie pueda criticarlos. 8 Quien no cuida de sus parientes, y especialmente de su familia, no se porta como un cristiano; es más, tal persona es peor que quien nunca ha creído en Dios.
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