Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Alabanzas a la bondad del Señor
(1) De David, cuando se retiró de la presencia de Abimélec, ante quien había fingido sufrir un ataque de locura.
34 (2) Bendeciré al Señor a todas horas;
mis labios siempre lo alabarán.
2 (3) Yo me siento orgulloso del Señor;
¡óiganlo y alégrense, hombres humildes!
3 (4) Alabemos juntos y a una voz
la grandeza del nombre del Señor.
4 (5) Recurrí al Señor, y él me contestó,
y me libró de todos mis temores.
5 (6) Los que miran al Señor
quedan radiantes de alegría
y jamás se verán defraudados.
6 (7) Este pobre gritó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
7 (8) El ángel del Señor protege y salva
a los que honran al Señor.
8 (9) Prueben, y vean que el Señor es bueno.
¡Feliz el hombre que en él confía!
19 (20) El hombre honrado pasa por muchos males,
pero el Señor lo libra de todos ellos.
20 (21) Él le protege todos los huesos;
ni uno solo le romperán.
21 (22) A los malvados los mata su propia maldad;
los que odian al hombre honrado serán castigados.
22 (23) Pero el Señor salva la vida a sus siervos;
¡no serán castigados los que en él confían!
Nehemías ora en favor de su pueblo
1 Ésta es la historia de Nehemías, hijo de Hacalías. En el año veinte del reinado de Artajerjes, en el mes de Quisleu, yo, Nehemías, estaba en la ciudadela de Susa 2 cuando llegó mi hermano Hananí con unos hombres que venían de Judá. Entonces les pregunté por Jerusalén y por los judíos que habían escapado de ir al destierro. 3 Y me contestaron: «Los que escaparon de ir al destierro y se quedaron en la provincia, están en una situación muy difícil y vergonzosa. En cuanto a Jerusalén, la muralla ha sido derribada y sus puertas han sido destruidas por el fuego.»
4 Al escuchar estas noticias, me senté a llorar, y por algunos días estuve muy triste, ayunando y orando ante el Dios del cielo. 5 Y le dije: «Señor, Dios del cielo, Dios grande y terrible, que mantienes firme tu alianza y tu fidelidad con los que te aman y cumplen tus mandamientos; 6 te ruego ahora que atiendas a la oración que día y noche te dirijo en favor de tus siervos, los israelitas. Reconozco que nosotros los israelitas hemos pecado contra ti; ¡hasta mis familiares y yo hemos pecado! 7 Nos hemos conducido de la peor manera ante ti; no hemos cumplido los mandamientos, leyes y decretos que nos diste por medio de tu siervo Moisés. 8 Recuerda que le advertiste que si nosotros pecábamos, nos dispersarías por todo el mundo; 9 pero que si nos volvíamos a ti y cumplíamos tus mandamientos, poniéndolos en práctica, aun cuando fuéramos esparcidos hasta el último rincón del mundo nos recogerías de allí y nos llevarías de nuevo al santo lugar que escogiste como residencia de tu nombre.
10 »Nosotros somos tus siervos y tu pueblo, que rescataste con tu gran poder y fortaleza. 11 Te ruego, pues, Señor, que atiendas a mi oración y las súplicas de tus siervos, cuyo único deseo es honrarte. Te pido también que me des éxito y despiertes hacia mí las simpatías del rey.»
Artajerjes permite a Nehemías ir a Jerusalén
Yo era entonces copero del rey Artajerjes.
Los dos sacerdocios
11 El pueblo de Israel recibió la ley basada en el sacerdocio levítico. Ahora bien, si estos sacerdotes hubieran podido hacer perfectos a los hombres, no habría sido necesario que apareciera otro sacerdote, ya no de la clase de Aarón sino de la clase de Melquisedec. 12 Porque al cambiar el sacerdocio, también se tiene que cambiar la ley; 13 y nuestro Señor, de quien la Escritura dice esto, pertenece a otra tribu de Israel, de la cual no ha salido ningún sacerdote. 14 Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés no dijo nada de esa tribu cuando habló del sacerdocio.
15 Y esto es aún más claro si el nuevo sacerdote que aparece es uno como Melquisedec, 16 que no fue sacerdote según una ley que toma en cuenta elementos puramente humanos, sino según el poder de una vida indestructible. 17 Porque esto es lo que Dios dice de él:
«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»
18 Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil, 19 pues la ley de Moisés no perfeccionó nada, y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
Superioridad del sacerdocio de Jesús
20 Y Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno, 21 pero en el caso del Señor sí hubo un juramento, pues en la Escritura se le dice:
«El Señor hizo un juramento
y no va a desdecirse:
“Tú eres sacerdote para siempre.”»
22 De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.