Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Séptima respuesta de Job
23 Job le respondió a Elifaz:
2 «A pesar de todo lo dicho,
y de lo amargo de mis quejas,
Dios me sigue castigando.
3 Si yo supiera dónde vive,
iría corriendo a buscarlo;
4 le presentaría mi defensa
en forma detallada.
5 Entonces él me explicaría
por qué me ha tratado así.
6 Trataría de entenderme,
y sin violencia me respondería.
7 En la presencia de Dios,
el inocente puede defenderse.
Yo creo que Dios es mi juez,
y me declarará inocente.
8-9 »Busco a Dios por todas partes,
y no puedo encontrarlo;
ni en el este, ni en el oeste,
ni en el norte, ni en el sur.
16 ¡El Dios todopoderoso
me hace temblar de miedo!
17 Pero nada hará que me calle;
¡ni aun mi gran sufrimiento!
Alabanza en medio del sufrimiento
SALMO 22 (21)
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía «La gacela de la aurora».
22 Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
¡Tan lejos te mantienes
que no vienes en mi ayuda
ni escuchas mis gritos de dolor!
2 Dios mío,
te llamo de día,
y no me escuchas;
te llamo de noche,
y no me respondes.
3 Entre los dioses
tú eres único,
tú eres rey,
tú mereces que Israel te alabe.
4 Nuestros padres confiaron en ti;
en ti confiaron, y tú los libraste;
5 te pidieron ayuda, y los salvaste;
en ti confiaron, y no les fallaste.
6 En cambio yo,
más que hombre parezco un gusano.
Soy la burla de hombres y mujeres;
todo el mundo me desprecia.
7 Todos los que me ven,
se ríen de mí,
y en son de burla
tuercen la boca y mueven la cabeza.
8 Hasta dicen:
«Ya que éste confió en Dios,
¡que venga Dios a salvarlo!
Ya que Dios tanto lo quiere,
¡que venga él mismo a librarlo!»
9 Pero digan lo que digan,
fuiste tú quien me hizo nacer;
fuiste tú quien me hizo descansar
en los brazos de mi madre.
10 Todavía no había nacido yo,
cuando tú ya me cuidabas.
Aún estaba yo dentro de mi madre,
cuando tú ya eras mi Dios.
11 ¡No me dejes solo!
¡Me encuentro muy angustiado,
y nadie me brinda su ayuda!
12 Me rodean mis enemigos,
parecen toros bravos de Basán.[a]
13 Parecen leones feroces,
que se lanzan contra mí
con ganas de despedazarme.
14 Me he quedado sin fuerzas,
¡estoy totalmente deshecho!
¡Mi corazón ha quedado
como cera derretida!
15 Tengo reseca la garganta,
y pegada la lengua al paladar;
me dejaste tirado en el suelo,
como si ya estuviera muerto.
12 Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos. 13 Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él, pues Dios puede verlo todo con claridad, y ante él seremos responsables de todo lo que hemos hecho.
Jesús es el Jefe de sacerdotes
14 Jesús es el Hijo de Dios, y es nuestro gran Jefe de sacerdotes, que ha subido al cielo. Por eso debemos seguir confiando en él.
15 El diablo le puso a Jesús las mismas trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, sólo que Jesús nunca pecó. Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios. 16 Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios. Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama.
El hombre rico
17 Mientras Jesús iba de camino, un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:
—Maestro bueno, dime, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?
18 Jesús le contestó:
—¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces bien los mandamientos: No mates, no seas infiel en tu matrimonio, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, no hagas trampas, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.
20 El hombre le dijo:
—Maestro, todos esos mandamientos los he obedecido desde que era niño.
21 Jesús lo miró con amor y le dijo:
—Sólo te falta hacer una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, y reparte ese dinero entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Después de eso, ven y conviértete en uno de mis seguidores.
22 Al oír esto, el hombre se puso muy triste y se fue desanimado, porque era muy rico.
23 Jesús miró a su alrededor y dijo a sus discípulos:
—¡Es muy difícil que una persona rica acepte a Dios como su rey!
24 Los discípulos se sorprendieron al oír eso, pero Jesús volvió a decirles:
—Amigos, ¡es muy difícil entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que una persona rica entre en el reino de Dios.
26 Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo, y comentaban entre ellos:
—Entonces, ¿quién podrá salvarse?
27 Jesús los miró y les dijo:
—Para los seres humanos eso es imposible, pero todo es posible para Dios.
28 Pedro le dijo:
—Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
29 Jesús les respondió:
—Les aseguro que quien haya dejado algo por seguirme y por anunciar las buenas noticias, recibirá su premio. Si dejó a sus hermanos o hermanas, a su padre o a su madre, a sus hijos, su casa o algún terreno, 30 recibirá en esta vida cien veces más casas, terrenos y familiares, aunque también será maltratado por sus enemigos. Y cuando muera, vivirá con Dios para siempre; 31 pero muchos que ahora son importantes, serán los menos importantes; y muchos que ahora no son importantes, serán los más importantes.
Copyright © 2000 by United Bible Societies