Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 14 (13)
No hay quien haga el bien
14 Al maestro del coro. Salmo de David.
Piensan los insensatos: “No hay Dios”.
Son perversos, su conducta es detestable,
no hay quien haga el bien.
2 El Señor desde los cielos contempla a los humanos
para ver si hay algún sensato que busque a Dios.
3 Pero todos se han pervertido,
se han corrompido sin excepción;
no hay quien haga el bien, ni uno solo.
4 ¿No comprenderán los malvados
que devoran a mi pueblo como si fuera pan?
No invocan al Señor
5 y van a estremecerse de miedo,
porque Dios está con los justos.
6 Quisieron frustrar el proyecto del humilde,
pero el Señor es su refugio.
7 ¡Ojalá venga de Sión la salvación de Israel!
Cuando el Señor restaure a su pueblo,
se regocijará Jacob, se alegrará Israel.
13 Joab y su gente se lanzaron al ataque contra los arameos, pero estos salieron huyendo ante él. 14 Y cuando los amonitas vieron que los arameos huían, ellos también salieron huyendo ante Abisay y se refugiaron en la ciudad. Joab volvió de su campaña contra los amonitas y regresó a Jerusalén.
15 Al verse derrotados por Israel, los arameos se reagruparon. 16 Por su parte, Adadézer hizo venir a los arameos que estaban al otro lado del río Éufrates, los cuales llegaron a Jelán, al mando de Sobac, jefe del ejército de Adadézer. 17 Informado de ello, David movilizó a todo Israel, cruzó el Jordán y llegó a Jelán. Los arameos formaron en orden de combate contra David y le presentaron batalla. 18 Pero finalmente se dieron a la fuga ante Israel, y David dio muerte a setecientos caballos de tiro y a cuarenta mil hombres. También hirió a su jefe, Sobac, que murió allí mismo. 19 Al verse derrotados por Israel, todos los reyes vasallos de Adadézer sellaron la paz con Israel y le quedaron sometidos. Y los arameos ya no se atrevieron a seguir ayudando a los amonitas.
31 Mientras tanto, los discípulos le insistían:
— Maestro, come.
32 Pero él les dijo:
— Yo me alimento de un manjar que ustedes no conocen.
33 Los discípulos comentaban entre sí:
— ¿Será que alguien le ha traído comida?
34 Jesús les explicó:
— Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo sus planes.
35 ¿No dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fíjense: los sembrados están ya maduros para la recolección. 36 El que trabaja en la recolección recibe su salario y recoge el fruto con destino a la vida eterna; de esta suerte, se alegran juntos el que siembra y el que hace la recolección. 37 Con lo que se cumple el proverbio: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 38 Yo los envío a ustedes a recolectar algo que no han labrado; otros trabajaron y ustedes se benefician de su trabajo.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España