Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
9 El Señor es un refugio para los oprimidos,
un lugar seguro en tiempos difíciles.
10 Los que conocen tu nombre confían en ti,
porque tú, oh Señor, no abandonas a los que te buscan.
11 Canten alabanzas al Señor, que reina en Jerusalén.[a]
Cuéntenle al mundo acerca de sus inolvidables hechos.
12 Pues el vengador de los que son asesinados cuida de los indefensos;
no pasa por alto el clamor de los que sufren.
13 Señor, ten misericordia de mí.
Mira cómo me atormentan mis enemigos;
arrebátame de las garras de la muerte.
14 Sálvame, para que te alabe públicamente en las puertas de Jerusalén,
para que me alegre porque me has rescatado.
15 Las naciones han caído en el hoyo que cavaron para otros;
sus propios pies quedaron atrapados en la trampa que tendieron.
16 Al Señor lo conocen por su justicia;
los malvados son presos de sus propias acciones. Interludio de silencio[b]
17 Los malvados descenderán a la tumba;[c]
este es el destino de las naciones que se olvidan de Dios.
18 Pero aquellos que pasen necesidad no quedarán olvidados para siempre;
las esperanzas del pobre no siempre serán aplastadas.
19 ¡Levántate, oh Señor!
¡No permitas que simples mortales te desafíen!
¡Juzga a las naciones!
20 Haz que tiemblen de miedo, oh Señor;
que las naciones sepan que no son más que seres humanos. Interludio
55 Al observar a David pelear contra el filisteo, Saúl le preguntó a Abner, el comandante de su ejército:
—Abner, ¿quién es el padre de este muchacho?
—En realidad no lo sé—declaró Abner.
56 —Bueno, ¡averigua quién es!—le dijo el rey.
57 Tan pronto como David regresó de matar a Goliat, Abner lo llevó ante Saúl con la cabeza del filisteo todavía en la mano.
58 —Dime quién es tu padre, muchacho—le dijo Saúl.
—Su nombre es Isaí, y vivimos en Belén—contestó David.
Saúl tiene celos de David
18 Después de que David terminó de hablar con Saúl, conoció a Jonatán, el hijo del rey. De inmediato se creó un vínculo entre ellos, pues Jonatán amó a David como a sí mismo. 2 A partir de ese día Saúl mantuvo a David con él y no lo dejaba volver a su casa. 3 Jonatán hizo un pacto solemne con David, porque lo amaba tanto como a sí mismo. 4 Para sellar el pacto quitó su manto y se lo dio a David junto con su túnica, su espada, su arco y su cinturón.
5 Todo lo que Saúl le pedía a David que hiciera, él lo hacía con éxito. Como resultado, Saúl lo hizo comandante sobre los hombres de guerra, un nombramiento que fue bien recibido tanto por el pueblo como por los oficiales de Saúl.
Viaje de Pablo a Jerusalén
21 Después de despedirnos de los ancianos de Éfeso, navegamos directamente a la isla de Cos. Al día siguiente, llegamos a Rodas y luego fuimos a Pátara. 2 Allí abordamos un barco que iba a Fenicia. 3 Divisamos la isla de Chipre, la pasamos por nuestra izquierda y llegamos al puerto de Tiro, en Siria, donde el barco tenía que descargar.
4 Desembarcamos, encontramos a los creyentes[a] del lugar y nos quedamos con ellos una semana. Estos creyentes profetizaron por medio del Espíritu Santo, que Pablo no debía seguir a Jerusalén. 5 Cuando regresamos al barco al final de esa semana, toda la congregación, incluidos las mujeres[b] y los niños, salieron de la ciudad y nos acompañaron a la orilla del mar. Allí nos arrodillamos, oramos 6 y nos despedimos. Luego abordamos el barco y ellos volvieron a casa.
7 Después de dejar Tiro, la siguiente parada fue Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y nos quedamos un día. 8 Al día siguiente, continuamos hasta Cesarea y nos quedamos en la casa de Felipe el evangelista, uno de los siete hombres que habían sido elegidos para distribuir los alimentos. 9 Tenía cuatro hijas solteras, que habían recibido el don de profecía.
10 Varios días después, llegó de Judea un hombre llamado Ágabo, quien también tenía el don de profecía. 11 Se acercó, tomó el cinturón de Pablo y se ató los pies y las manos. Luego dijo: «El Espíritu Santo declara: “De esta forma será atado el dueño de este cinturón por los líderes judíos en Jerusalén y entregado a los gentiles[c]”». 12 Cuando lo oímos, tanto nosotros como los creyentes del lugar le suplicamos a Pablo que no fuera a Jerusalén.
13 Pero él dijo: «¿Por qué todo este llanto? ¡Me parten el corazón! Yo estoy dispuesto no solo a ser encarcelado en Jerusalén, sino incluso a morir por el Señor Jesús». 14 Al ver que era imposible convencerlo, nos dimos por vencidos y dijimos: «Que se haga la voluntad del Señor».
Pablo llega a Jerusalén
15 Después de esto, empacamos nuestras cosas y salimos hacia Jerusalén. 16 Algunos creyentes de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, un hombre originario de Chipre y uno de los primeros creyentes.
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