Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Reinado de Dios en Sion
99 ¡El SEÑOR reina, tiemblan los pueblos!
Él tiene su trono entre los querubines;
la tierra se estremece.
2 El SEÑOR es grande en Sion;
es alto sobre todos los pueblos.
3 Alaben su nombre grande y temible. ¡Él es santo!
4 Oh poderoso Rey que amas
el derecho,
tú has establecido la rectitud;
tú ejerces en Jacob el derecho
y la justicia.
5 ¡Exalten al SEÑOR, nuestro Dios! Póstrense ante el estrado de sus pies porque[a] él es santo.
6 Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes;
Samuel estaba entre los que invocaban su nombre.
Invocaban al SEÑOR, y él
les respondía.
7 En columna de nube hablaba con ellos;
y ellos guardaban sus testimonios
y el estatuto que les había dado.
8 Oh SEÑOR, Dios nuestro,
tú les respondías;
tú les fuiste un Dios perdonador
y castigador de sus malas obras.
9 ¡Exalten al SEÑOR nuestro Dios! Póstrense ante su santo monte porque santo es el SEÑOR,
nuestro Dios.
22 Elí ya era muy anciano y oía todo lo que hacían sus hijos a todo Israel, y cómo se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo de reunión. 23 Él les preguntó:
—¿Por qué hacen semejantes cosas? Yo oigo de todo este pueblo acerca de sus malas acciones. 24 No, hijos míos, no es bueno el rumor que oigo y que el pueblo del SEÑOR difunde. 25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios intercederá por él; pero si alguno peca contra el SEÑOR, ¿quién intercederá por él?
Sin embargo, ellos no escucharon la voz de su padre, porque el SEÑOR quería hacerlos morir. 26 Y el niño Samuel crecía en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.
Profecía contra la casa de Elí
27 Entonces un hombre de Dios vino a Elí y le dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Yo me manifesté[a] claramente a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto al servicio de la casa del faraón. 28 Yo lo escogí como sacerdote mío entre todas las tribus de Israel, para que subiera a mi altar, quemara el incienso y llevara el efod[b] en mi presencia. Yo he dado a la casa de tu padre todas las ofrendas quemadas de los hijos de Israel. 29 ¿Por qué han desdeñado mis sacrificios y mis ofrendas que mandé ofrecer en mi morada? Has honrado a tus hijos más que a mí, y los has engordado con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel’.
30 “Por tanto, dice el SEÑOR Dios de Israel: ‘En verdad, yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre estarían delante de mí para siempre’. Pero ahora, dice el SEÑOR: ¡De ninguna manera! Yo honraré a los que me honran, pero los que me desprecian serán tenidos en poco. 31 He aquí, vienen días cuando cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que en tu casa no haya ancianos. 32 Tú verás que tu morada padece necesidad, mientras yo colmo de bienes a Israel; y jamás habrá ancianos en tu casa. 33 Pero no eliminaré completamente a los tuyos que sirven en mi altar, para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor. Todos los descendientes de tu casa morirán en la edad viril. 34 Te servirá de señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Fineas: Ambos morirán en el mismo día. 35 Pero yo levantaré para mí un sacerdote fiel que actúe conforme a mi corazón y a mi alma. Le edificaré una casa firme, y él andará en presencia de mi ungido todos los días. 36 Y sucederá que el que quede de tu casa irá a postrarse delante de él por un poco de dinero y por un bocado de pan, diciéndole: ‘Por favor, asóciame con alguno de los servicios sacerdotales, a fin de que yo tenga un poco de pan para comer’”.
Jesús sana al paralítico en Betesda
5 Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda[a]. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos 4 [b].
5 Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. 6 Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó:
—¿Quieres ser sano?
7 Le respondió el enfermo:
—Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo:
—Levántate, toma tu cama y anda.
9 Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado.
10 Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado:
—Es sábado y no te es lícito llevar tu cama.
11 Pero él les respondió:
—El que me sanó, él mismo me dijo: “Toma tu cama y anda”.
12 Entonces le preguntaron:
—¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu cama y anda”?
13 Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado pues había mucha gente en el lugar. 14 Después Jesús lo halló en el templo y le dijo:
—He aquí, has sido sanado; no peques más para que no te ocurra algo peor.
15 El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que lo había sanado. 16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. 17 Pero Jesús les respondió:
—Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.
18 Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el sábado sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
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