Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 29 (28)
La voz del Señor es potente
29 Salmo de David.
¡Hijos de Dios, aclamen al Señor,
aclamen su gloria y su poder!
2 ¡Aclamen el nombre glorioso del Señor!
¡Adoren al Señor en el esplendor del Templo!
3 La voz del Señor domina las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor domina las aguas caudalosas.
4 La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es espléndida.
5 La voz del Señor quiebra los cedros,
quiebra el Señor los cedros del Líbano;
6 hace brincar al Líbano como un ternero
y al Sarión cual cría de búfalo.
7 La voz del Señor produce llamas ardientes;
8 la voz del Señor hace temblar el desierto,
el Señor hace temblar el desierto de Cadés.
9 La voz del Señor estremece a las ciervas
y arranca los árboles del bosque.
En su Templo todo dice ¡gloria!
10 El Señor reina sobre el diluvio;
el Señor, rey eterno, está en su trono.
11 El Señor fortalece a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
PRIMERA PARTE (1—39)
Marco histórico
1 Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, sobre Judá y Jerusalén, en tiempos de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá.
Oráculos sobre Judá e Israel (1—12)
Dios acusa a su pueblo de infidelidad
2 Oye, cielo; escucha, tierra,
porque va a hablar el Señor.
Hijos hermosos crié,
que se han vuelto contra mí.
3 El buey conoce a su dueño,
el asno, el pesebre del amo;
pero Israel no conoce,
mi pueblo no entiende.
4 ¡Ay del país pecador,
del pueblo abrumado por la culpa:
raza de canallas, prole degenerada!
Han abandonado al Señor,
despreciaron al Santo de Israel,
le han dado la espalda.
16 Lávense, purifíquense;
aparten de mi vista
todas sus fechorías;
dejen ya de hacer el mal.
17 Aprendan a hacer el bien,
tomen decisiones justas,
restablezcan al oprimido,
hagan justicia al huérfano,
defiendan la causa de la viuda.
18 Vengan y discutamos esto,
—dice el Señor—.
Aunque sean sus pecados
tan rojos como la grana,
blanquearán como la nieve;
aunque sean como la púrpura,
como lana quedarán.
19 Si están dispuestos a obedecer,
comerán lo mejor de la tierra;
20 si se niegan y se rebelan,
la espada los comerá.
Es el Señor quien ha hablado.
La vida en el Espíritu
8 Ninguna condena, por tanto, pesa ya sobre los que pertenecen a Cristo Jesús, 2 pues la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Es decir, lo que era imposible para la ley a causa de la debilidad humana, lo llevó a cabo Dios enviando a su propio Hijo que compartió nuestra condición pecadora y, a fin de eliminar el pecado, dictó sentencia condenatoria contra el pecado a través de su naturaleza mortal. 4 De esta manera nosotros, los que vivimos bajo la acción del Espíritu y no bajo el dominio de nuestros desordenados apetitos, podemos dar pleno cumplimiento a lo que manda la ley.
5 Los que viven entregados a sus desordenados apetitos, se preocupan de satisfacer esos apetitos; en cambio, los que viven según el Espíritu, se preocupan de hacer lo que es propio del Espíritu. 6 Ahora bien, el afán por satisfacer los apetitos desordenados conduce a la muerte; el de hacer lo que es propio del Espíritu lleva a la vida y a la paz. 7 Y es que el afán por satisfacer nuestros desordenados apetitos nos hace enemigos de Dios, a cuya ley ni nos sometemos ni tenemos siquiera posibilidad de hacerlo. 8 En definitiva, los que viven entregados a sus desordenados apetitos no pueden agradar a Dios.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España