Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 19 (18)
La ley del Señor es perfecta
19 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Los cielos proclaman la grandeza del Señor,
el firmamento pregona la obra de sus manos;
3 el día al día comunica su mensaje,
la noche a la noche anuncia la noticia:
4 sin lenguaje, sin palabras,
sin que se escuche su voz,
5 se difunde su sonido por toda la tierra,
y por los confines del mundo su mensaje.
En ellos ha erigido una tienda para el sol
6 que recorre alegre su camino como atleta,
como novio que sale de su alcoba.
7 Sale por un extremo del cielo
y en su órbita llega hasta el otro:
nada escapa a su calor.
8 La ley del Señor es perfecta,
reconforta al ser humano;
el mandato del Señor es firme,
al sencillo lo hace sabio;
9 los decretos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
el mandamiento del Señor es nítido,
llena los ojos de luz;
10 venerar al Señor comunica santidad,
es algo que permanece para siempre;
los juicios del Señor son verdad,
todos ellos son justos.
11 Son más cautivadores que el oro,
más que abundante oro fino,
más dulces que la miel,
que la miel virgen del panal.
12 Tu siervo está atento a ellos;
grande es el premio si se respetan.
13 Pero, ¿quién conoce sus propios errores?
Perdóname los que ignoro.
14 Libra a tu siervo de la arrogancia,
¡que no me domine!
Y entonces seré íntegro,
inocente de un gran pecado.
15 Que te sean gratas mis palabras
y te deleiten mis pensamientos,
Señor, mi fortaleza, mi redentor.
III.— LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ (19—40)
La Alianza del Sinaí (19,1—20,21)
El Señor propone una alianza
19 Justo tres meses después de haber salido de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí. 2 Habían partido de Refidín, y al llegar al desierto de Sinaí, acamparon allí, frente al monte. 3 Moisés subió a encontrarse con Dios y el Señor lo llamó desde el monte diciéndole:
— Anuncia esto a los descendientes de Jacob; dáselo a conocer a los israelitas: 4 Ustedes han sido testigos de lo que hice con los egipcios y de cómo a ustedes los he guiado hasta mí, trayéndolos como en alas de águila; 5 por tanto, si a partir de ahora me obedecen y guardan mi alianza, ustedes serán mi pueblo predilecto entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece; 6 serán para mí un reino de sacerdotes, una nación consagrada. Esto es lo que has de decir a los israelitas.
7 Moisés regresó, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había ordenado. 8 El pueblo contestó unánimemente:
— Haremos todo lo que el Señor ha ordenado.
Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo, 9 y el Señor le dijo:
— Yo me acercaré a ti en una nube espesa para que el pueblo pueda escucharme cuando hable contigo; de esta manera no volverán a dudar de ti.
Moisés transmitió al Señor la respuesta del pueblo.
4 Al integrarse en él, piedra viva rechazada por los humanos, pero escogida y preciosa para Dios, 5 también ustedes, como piedras vivas, se van construyendo como templo espiritual para formar un sacerdocio consagrado que, por medio de Jesucristo, ofrezca sacrificios espirituales y agradables a Dios. 6 Pues dice la Escritura:
Miren, yo coloco en Sión
una piedra angular, escogida y preciosa;
quien ponga su confianza en ella,
no se verá defraudado.
7 Piedra de gran valor para ustedes los creyentes. En cambio, para los incrédulos:
La piedra que desecharon los constructores,
se ha convertido en la piedra principal,
8 en piedra de tropiezo, en roca donde uno se estrella.
Y, efectivamente, en ella tropiezan los que no aceptan el mensaje; tal es su destino. 9 Pero ustedes son raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada , pueblo de su posesión, destinado a proclamar las grandezas de quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. 10 Ustedes que antes eran “no pueblo”, son ahora pueblo de Dios; ustedes que no eran amados, son ahora objeto de su amor.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España