Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Para el director del coro: salmo de David.
13 Oh Señor, ¿hasta cuándo te olvidarás de mí? ¿Será para siempre?
¿Hasta cuándo mirarás hacia otro lado?
2 ¿Hasta cuándo tendré que luchar con angustia en mi alma,
con tristeza en mi corazón día tras día?
¿Hasta cuándo mi enemigo seguirá dominándome?
3 Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh Señor mi Dios!
Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.
4 No permitas que mis enemigos se regodeen diciendo: «¡Lo hemos derrotado!».
No dejes que se regodeen en mi caída.
5 Pero yo confío en tu amor inagotable;
me alegraré porque me has rescatado.
6 Cantaré al Señor
porque él es bueno conmigo.
18 ¿Dónde hay otro Dios como tú,
que perdona la culpa del remanente
y pasa por alto los pecados de su preciado pueblo?
No seguirás enojado con tu pueblo para siempre,
porque tú te deleitas en mostrar tu amor inagotable.
19 Volverás a tener compasión de nosotros.
¡Aplastarás nuestros pecados bajo tus pies
y los arrojarás a las profundidades del océano!
20 Nos mostrarás tu fidelidad y tu amor inagotable,
como lo prometiste hace mucho tiempo a nuestros antepasados Abraham y Jacob.
2 ¡Presten atención! Yo, Pablo, les digo lo siguiente: si dependen de la circuncisión para hacerse justos ante Dios, entonces Cristo no les servirá de nada. 3 Lo repito: si pretenden lograr el favor de Dios mediante la circuncisión, entonces están obligados a obedecer cada una de las ordenanzas de la ley de Moisés. 4 Pues, si ustedes pretenden hacerse justos ante Dios por cumplir la ley, ¡han quedado separados de Cristo! Han caído de la gracia de Dios.
5 Sin embargo, los que vivimos por el Espíritu esperamos con anhelo recibir por la fe la justicia que Dios nos ha prometido. 6 Pues, una vez que depositamos nuestra fe en Cristo Jesús, de nada sirve estar o no circuncidado. Lo importante es la fe que se expresa por medio del amor.
La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.