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Revised Common Lectionary (Semicontinuous)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with sequential stories told across multiple weeks.
Duration: 1245 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
Salmos 118:1-2

118 Dad gracias al Señor, porque él es bueno;
    su gran amor perdura para siempre.

Que proclame el pueblo de Israel:
    «Su gran amor perdura para siempre».

Salmos 118:19-29

19 Abridme las puertas de la justicia
    para que entre yo a dar gracias al Señor.
20 Son las puertas del Señor,
    por las que entran los justos.
21 ¡Te daré gracias porque me respondiste,
    porque eres mi salvación!

22 La piedra que desecharon los constructores
    ha llegado a ser la piedra angular.
23 Esto ha sido obra del Señor,
    y nos deja maravillados.
24 Este es el día en que el Señor actuó;
    regocijémonos y alegrémonos en él.

25 Señor, ¡danos la salvación!
    Señor, ¡concédenos la victoria!
26 Bendito el que viene en el nombre del Señor.
    Desde la casa del Señor os bendecimos.
27 El Señor es Dios y nos ilumina.
    Uníos a la procesión portando ramas en la mano
    hasta los cuernos del altar.[a]

28 Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias;
    tú eres mi Dios, por eso te exalto.

29 Dad gracias al Señor, porque él es bueno;
    su gran amor perdura para siempre.

Mateo 21:1-11

La entrada triunfal(A)(B)

21 Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagué, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos con este encargo: «Id a la aldea que tenéis enfrente, y ahí mismo encontraréis una burra atada, y un burrito con ella. Desatadlos y traédmelos. Si alguien os comenta algo, respondedle que el Señor los necesita, pero que ya los devolverá».

Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta:

«Decid a la hija de Sión:
    “Mira, tu rey viene hacia ti,
humilde y montado en un burro,
    en un burrito, cría de una bestia de carga”».[a]

Los discípulos fueron e hicieron como les había mandado Jesús. Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba:

―¡Hosanna[b] al Hijo de David!

―¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![c]

―¡Hosanna en las alturas!

10 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió.

―¿Quién es este? —preguntaban.

11 ―Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea —contestaba la gente.

Isaías 50:4-9

El Señor omnipotente me ha concedido
    tener una lengua instruida,
    para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
    y también me despierta el oído,
    para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
    y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
    mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
    no escondí mi rostro.
Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
    no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
    y sé que no seré avergonzado.
Cercano está el que me justifica;
    ¿quién entonces contenderá conmigo?
    ¡Comparezcamos juntos!
¿Quién es mi acusador?
    ¡Que se enfrente a mí!
¡El Señor omnipotente es quien me ayuda!
    ¿Quién me condenará?
Todos ellos se gastarán;
    como a la ropa, la polilla se los comerá.

Salmos 31:9-16

Ten compasión de mí, Señor, que estoy angustiado;
    el dolor está acabando con mis ojos,
    con mi alma, ¡con mi cuerpo!
10 La vida se me va en angustias,
    y los años, en lamentos;
la tristeza está acabando con mis fuerzas,
    y mis huesos se van debilitando.
11 A causa de todos mis enemigos,
    soy el hazmerreír de mis vecinos;
soy un espanto para mis amigos;
    de mí huyen los que me encuentran en la calle.
12 Me han olvidado, como si hubiera muerto;
    soy como una vasija hecha pedazos.
13 Son muchos a los que oigo cuchichear:
    «Hay terror por todas partes».
Se han confabulado contra mí,
    y traman quitarme la vida.

14 Pero yo, Señor, confío en ti,
    y digo: «Tú eres mi Dios».
15 Mi vida entera está en tus manos;
    líbrame de mis enemigos y perseguidores.
16 Que tu faz irradie luz sobre tu siervo;
    por tu gran amor, sálvame.

Filipenses 2:5-11

Vuestra actitud debe ser como la de Cristo Jesús,

quien, siendo por naturaleza[a] Dios,
    no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
    tomando la naturaleza[b] de siervo
    y haciéndose semejante a los seres humanos.
Y, al manifestarse como hombre,
    se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
    ¡y muerte de cruz!
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
    y le otorgó el nombre
    que está sobre todo nombre,
10 para que ante el nombre de Jesús
    se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra
    y debajo de la tierra,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
    para gloria de Dios Padre.

Mateo 26:14-27:66

Judas acuerda traicionar a Jesús(A)

14 Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes.

15 ―¿Cuánto me dais si yo os entrego a Jesús? —les propuso.

Decidieron pagarle treinta monedas de plata. 16 Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo.

La Cena del Señor(B)(C)(D)

17 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

―¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?

18 Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto hombre, y le dijeran: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 19 Los discípulos hicieron entonces como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

20 Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. 21 Mientras comían, les dijo:

―Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar.

22 Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle:

―¿Acaso seré yo, Señor?

23 ―El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar —respondió Jesús—. 24 A la verdad, el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

25 ―¿Acaso seré yo, Rabí? —le dijo Judas, el que lo iba a traicionar.

―Tú lo has dicho —le contestó Jesús.

26 Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:

―Tomad y comed; esto es mi cuerpo.

27 Después tomó la copa, dio gracias y se la ofreció diciéndoles:

―Bebed de ella todos. 28 Esto es mi sangre del pacto,[a] que es derramada por muchos para el perdón de pecados. 29 Os digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.

30 Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro(E)

31 ―Esta misma noche —les dijo Jesús— todos vosotros me abandonaréis, porque está escrito:

»“Heriré al pastor,
    y se dispersarán las ovejas del rebaño”.[b]

32 Pero, después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea».

33 ―Aunque todos te abandonen —declaró Pedro—, yo jamás lo haré.

34 ―Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.

35 ―Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro—, jamás te negaré.

Y los demás discípulos dijeron lo mismo.

Jesús en Getsemaní(F)

36 Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Sentaos aquí mientras voy más allá a orar». 37 Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. 38 «Es tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quedaos aquí y permaneced despiertos conmigo».

39 Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo.[c] Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».

40 Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudisteis permanecer despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. 41 Estad alerta y orad para no caer en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo[d] es débil».

42 Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo,[e] hágase tu voluntad».

43 Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. 44 Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo.

45 Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Seguís durmiendo y descansando? Mirad, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. 46 ¡Levantaos! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!»

Arresto de Jesús(G)

47 Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48 El traidor les había dado esta contraseña: «Al que dé un beso, ese es; arrestadlo». 49 En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó.

―¡Rabí! —le dijo, y lo besó.

50 ―Amigo —le replicó Jesús—, ¿a qué vienes?[f]

Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús. 51 En eso, uno de los que estaban con él extendió la mano, sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole una oreja.

52 ―Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro mueren.[g] 53 ¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones[h] de ángeles? 54 Pero, entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?

55 Y de inmediato dijo a la turba:

―¿Acaso soy un bandido,[i] para que vengáis con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y no me prendisteis. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas.

Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Jesús ante el Consejo(H)

57 Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos. 58 Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.

59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60 Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.

Por fin se presentaron dos, 61 que declararon:

―Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

62 Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:

―¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?

63 Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:

―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.

64 ―Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo os digo a todos: De ahora en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.

65 ―¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Mirad, vosotros mismos habéis oído la blasfemia! 66 ¿Qué pensáis de esto?

―Merece la muerte —le contestaron.

67 Entonces algunos le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban 68 y decían:

―A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó!

Pedro niega a Jesús(I)

69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó.

―Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo.

70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo:

―No sé de qué estás hablando.

71 Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:

―Este estaba con Jesús de Nazaret.

72 Él lo volvió a negar, jurándoles:

―¡A ese hombre ni lo conozco!

73 Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:

―Seguro que eres uno de ellos; se nota por tu acento.

74 Y comenzó a echar maldiciones, y les juró:

―¡A ese hombre ni lo conozco!

En ese instante cantó un gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.

Judas se ahorca

27 Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.

―He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.

―¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!

Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.

Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre». Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso se le ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel le había fijado, 10 y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el Señor».[j]

Jesús ante Pilato(J)

11 Mientras tanto, Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

―Tú lo dices —respondió Jesús.

12 Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada.

13 ―¿No oyes lo que declaran contra ti? —le dijo Pilato.

14 Pero Jesús no respondió ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro.

15 Ahora bien, durante la fiesta el gobernador acostumbraba soltar un preso que la gente escogiera. 16 Tenían un preso famoso llamado Barrabás. 17-18 Así que, cuando se reunió la multitud, Pilato, que sabía que le habían entregado a Jesús por envidia, les preguntó:

―¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo?

19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño».

20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud a que le pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús.

21 ―¿A cuál de los dos queréis que os suelte? —preguntó el gobernador.

―A Barrabás.

22 ―¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?

―¡Crucifícalo! —respondieron todos.

23 ―¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?

Pero ellos gritaban aún más fuerte:

―¡Crucifícalo!

24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.

―Soy inocente de la sangre de este hombre —dijo—. ¡Allá vosotros!

25 ―¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! —contestó todo el pueblo.

26 Entonces les soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se burlan de Jesús(K)

27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio[k] y reunieron a toda la tropa alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. 29 Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:

―¡Salve, rey de los judíos!

30 Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. 31 Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.

La crucifixión(L)

32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). 34 Allí dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero, después de probarlo, se negó a beberlo. 35 Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes.[l] 36 Y se sentaron a vigilarlo. 37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». 38 Con él crucificaron a dos bandidos,[m] uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:

40 ―Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!

41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.

42 ―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?

44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.

Muerte de Jesús(M)

45 Desde el mediodía y hasta la media tarde[n] toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde,[o] Jesús gritó con fuerza:

Elí, Elí,[p] ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).[q]

47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:

―Está llamando a Elías.

48 Al instante, uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían:

―Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.

51 En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:

―¡Verdaderamente este era el Hijo[r] de Dios!

55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Sepultura de Jesús(N)

57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. 61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.

La guardia ante el sepulcro

62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato.

63 ―Señor —dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía dijo: “A los tres días resucitaré”. 64 Por eso, ordena que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.

65 ―Llevaos una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, e id a asegurar el sepulcro lo mejor que podáis.

66 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.

Mateo 27:11-54

Jesús ante Pilato(A)

11 Mientras tanto, Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

―Tú lo dices —respondió Jesús.

12 Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada.

13 ―¿No oyes lo que declaran contra ti? —le dijo Pilato.

14 Pero Jesús no respondió ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro.

15 Ahora bien, durante la fiesta el gobernador acostumbraba soltar un preso que la gente escogiera. 16 Tenían un preso famoso llamado Barrabás. 17-18 Así que, cuando se reunió la multitud, Pilato, que sabía que le habían entregado a Jesús por envidia, les preguntó:

―¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo?

19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño».

20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud a que le pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús.

21 ―¿A cuál de los dos queréis que os suelte? —preguntó el gobernador.

―A Barrabás.

22 ―¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?

―¡Crucifícalo! —respondieron todos.

23 ―¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?

Pero ellos gritaban aún más fuerte:

―¡Crucifícalo!

24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.

―Soy inocente de la sangre de este hombre —dijo—. ¡Allá vosotros!

25 ―¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! —contestó todo el pueblo.

26 Entonces les soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se burlan de Jesús(B)

27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio[a] y reunieron a toda la tropa alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. 29 Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:

―¡Salve, rey de los judíos!

30 Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. 31 Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.

La crucifixión(C)

32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). 34 Allí dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero, después de probarlo, se negó a beberlo. 35 Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes.[b] 36 Y se sentaron a vigilarlo. 37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». 38 Con él crucificaron a dos bandidos,[c] uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:

40 ―Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!

41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.

42 ―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?

44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.

Muerte de Jesús(D)

45 Desde el mediodía y hasta la media tarde[d] toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde,[e] Jesús gritó con fuerza:

Elí, Elí,[f] ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).[g]

47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:

―Está llamando a Elías.

48 Al instante, uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían:

―Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.

51 En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:

―¡Verdaderamente este era el Hijo[h] de Dios!

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