Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 23 (22)
El Señor es mi pastor
23 Salmo de David.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
2 En verdes praderas me hace descansar,
junto a aguas tranquilas me lleva.
3 El Señor me reconforta,
me conduce por caminos rectos
haciendo honor a su nombre.
4 Aunque camine por valles sombríos
no temeré mal alguno,
porque tú estás conmigo,
tu vara y tu cayado me sosiegan.
5 Ante mí preparas una mesa
delante de mis enemigos,
unges mi cabeza con aceite
y mi copa rebosa.
6 El bien y la bondad estarán conmigo
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
durante días sin fin.
39 En cuanto a ustedes, pueblo de Israel, esto dice el Señor Dios: Que cada cual vaya a servir a sus ídolos, pero juro que después me escucharán y no volverán a profanar mi santo nombre con sus ofrendas y sus ídolos. 40 Pues en mi monte santo, en el excelso monte de Israel —oráculo del Señor Dios—, me servirá el pueblo entero de Israel, todo el que habita en esta tierra. Allí los acogeré gustosamente, y allí buscaré sus ofrendas y las primicias de sus dones, siempre que me quieran consagrar algo. 41 Los acogeré gustosamente, como aroma que aplaca, cuando los saque de entre los pueblos y los reúna de los países por los que se dispersaron; y pondré de manifiesto mi santidad en ustedes, a la vista de las naciones. 42 Y reconocerán que yo soy el Señor cuando los lleve a la tierra de Israel, a la tierra que juré solemnemente dar a sus padres. 43 Allí recordarán su antigua conducta, todas las acciones con las que se contaminaron; y sentirán asco de ustedes mismos por todas las maldades que cometieron. 44 Y reconocerán que yo soy el Señor cuando actúe con ustedes teniendo en cuenta mi reputación, no en virtud de su mala conducta y de sus acciones inmorales, pueblo de Israel —oráculo del Señor Dios—.
Los cuatro primeros sellos
6 Vi entonces cómo el Cordero rompió el primero de los siete sellos, al tiempo que uno de los cuatro seres vivientes decía con voz de trueno:
2 — ¡Ven!
Al mirar, vi un caballo blanco, cuyo jinete iba armado de un arco. Le dieron una corona, y salió como seguro vencedor. 3 El Cordero rompió el segundo sello, y oí que el segundo ser viviente decía:
— ¡Ven!
4 Salió entonces otro caballo de color rojo. A su jinete se le dio una gran espada con la misión de borrar la paz de la tierra provocando guerras fratricidas.
5 Rompió el Cordero el tercer sello, y oí al tercer ser viviente que decía:
— ¡Ven!
Al mirar, vi un caballo negro, cuyo jinete sostenía una balanza en la mano. 6 Emergiendo de entre los cuatro seres vivientes, una especie de voz proclamaba:
— Por un kilo de trigo, el jornal de un día; por tres kilos de cebada, el jornal de un día; no causes daño, sin embargo, al aceite y al vino.
7 El Cordero rompió el cuarto sello, y oí la voz del cuarto ser viviente, que decía:
— ¡Ven!
8 Al mirar, vi un caballo amarillo montado por un jinete que se llamaba “Muerte”. Detrás de él galopaba el “Abismo”, ambos con poder para aniquilar la cuarta parte de la tierra valiéndose de la espada, el hambre, la peste y los animales salvajes.
El quinto y sexto sello
9 El Cordero rompió el quinto sello, y vi debajo del altar, vivos, los que habían sido asesinados por haber proclamado la palabra de Dios y haber dado testimonio de su fe. 10 Y gritaron con voz poderosa:
— Señor santo y veraz, ¿cuánto vas a tardar en hacernos justicia y vengar la muerte que nos dieron los que habitan tierra?
11 Recibió entonces cada uno una túnica blanca, mientras les decían:
— Esperen todavía un poco hasta que se complete el número de sus compañeros y hermanos que han de morir como ustedes.
12 Vi cómo el Cordero rompía el sexto sello. Se produjo entonces un formidable terremoto; el sol se oscureció como si se vistiera de luto; la luna se volvió completamente como sangre; 13 las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como frutos aún verdes sacudidos por un viento impetuoso; 14 el cielo se replegó sobre sí mismo como un pergamino que se enrolla, y todos los montes y las islas sintieron estremecerse sus cimientos. 15 Entonces, los reyes de la tierra, los nobles, los generales, los ricos, los poderosos, todos absolutamente, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, 16 diciendo a cumbres y peñascos:
— Caigan sobre nosotros; ocúltennos para que no nos vea el que está sentado en el trono, para que no dé con nosotros la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá resistir en pie?
Los ciento cuarenta y cuatro mil
7 Vi después cuatro ángeles de pie sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos, impidiendo que soplara viento alguno sobre la tierra, sobre el mar o sobre los árboles. 2 Desde el oriente, entre tanto, subía otro ángel, que llevaba consigo el sello del Dios vivo y que gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de arrasar la tierra y el mar. 3 Les decía:
— No causen daño a la tierra, al mar o a los árboles hasta que marquemos en la frente a los servidores de nuestro Dios.
4 Y pude oír el número de los marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, tomados de todas las tribus de Israel.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España