Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 150
¡Aleluya!
150 ¡Aleluya!
Alaben a Dios en su santuario,
alábenlo en su majestuoso cielo;
2 alábenlo por sus proezas,
alábenlo por su grandeza.
3 Alábenlo al son de trompetas,
alábenlo con cítara y arpa;
4 alábenlo con danza y pandero,
alábenlo con cuerdas y flautas;
5 alábenlo con címbalos sonoros,
alábenlo con címbalos vibrantes.
6 ¡Que cuanto respira alabe al Señor!
¡Aleluya!
19 Están con Saúl y los israelitas en el valle de Elá, luchando contra los filisteos.
20 Al día siguiente David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de un pastor, cargó las provisiones y se marchó, como le había mandado su padre. Cuando llegó al campo de batalla, el ejército salía a tomar posiciones, lanzando el grito de guerra. 21 Israelitas y filisteos tomaron posiciones frente a frente. 22 David dejó la carga que llevaba al cuidado del encargado de intendencia, corrió hacia la formación y se interesó por la salud de sus hermanos. 23 Mientras hablaba con ellos, aquel campeón filisteo llamado Goliat, de Gat, salió de las filas filisteas y volvió a repetir las consabidas palabras. Y David lo oyó. 24 Cuando vieron a aquel hombre, todos los israelitas huyeron de su presencia llenos de miedo. 25 Un israelita dijo:
— ¿Han visto a ese hombre que se adelanta? Viene a desafiar a Israel. A quien sea capaz de vencerlo el rey lo colmará de riquezas, le entregará a su hija y eximirá de impuestos a su familia.
26 Entonces David preguntó a los que estaban junto a él:
— ¿Qué se le dará a quien venza a ese filisteo y limpie la deshonra de Israel? Y ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios vivo?
27 La gente le repitió lo mismo de antes sobre la recompensa que recibiría el que lo venciese. 28 Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo:
— ¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues sólo has venido para ver la batalla.
29 David le respondió:
— Pero, ¿qué he hecho yo ahora? Sólo estaba preguntando.
30 Se alejó de su hermano y acercándose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente volvió a responderle como antes. 31 Al oír lo que decía David, fueron a contárselo a Saúl y este lo mandó llamar. 32 David dijo a Saúl:
— ¡Que nadie se desmoralice por su culpa! ¡Este siervo tuyo irá a luchar contra ese filisteo!
Persecución contra los apóstoles
17 Entonces, el sumo sacerdote y todos los de su partido, que era el de los saduceos, ciegos de furor, 18 apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. 19 Pero un ángel del Señor abrió por la noche la puerta de la prisión y los hizo salir diciéndoles:
20 — Vayan y anuncien al pueblo, en medio del Templo, todo lo referente a esta forma de vida.
21 Oído este mandato, se dirigieron de mañana al Templo, donde empezaron a enseñar. Entre tanto, llegaron el sumo sacerdote y los de su partido, convocaron al Consejo Supremo y al pleno de los dirigentes israelitas, y mandaron traer de la cárcel a los presos. 22 Fueron los guardias, pero no encontraron a los apóstoles en la prisión; así que se volvieron e informaron del hecho 23 con estas palabras:
— Hemos hallado la cárcel cuidadosamente cerrada, y a los vigilantes en su puesto ante la puerta; pero al abrirla no hemos encontrado a nadie dentro.
24 Cuando el jefe de la guardia del Templo y los jefes de los sacerdotes escucharon la noticia, quedaron perplejos y se preguntaban qué habría podido suceder. 25 Hasta que alguien llegó con esta información:
— Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el Templo, tan tranquilos, enseñando al pueblo.
26 Fue entonces el jefe de la guardia con sus hombres y trajeron a los apóstoles, aunque sin violencia, por temor a ser apedreados por el pueblo.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España