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Revised Common Lectionary (Semicontinuous)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with sequential stories told across multiple weeks.
Duration: 1245 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Salmos 37:1-11

Salmo 37 (36)

Los justos heredarán la tierra

37 De David.
No te exasperes con los malvados,
no envidies a los que obran mal,
pues como la hierba pronto se secan,
como el prado verde se agostan.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita esta tierra y sé fiel.
Deléitate en el Señor
y él te dará cuanto pidas.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él y él actuará.
Hará que como la luz resplandezca tu justicia,
como el mediodía tu derecho.
Descansa en el Señor
y pon en él tu esperanza;
no envidies a quien prospera,
a quien no para de tramar intrigas.
No te enfurezcas, no te enojes,
no te exasperes que harás mal.
Pues los malvados serán aniquilados;
heredarán, en cambio, la tierra
los que confían en el Señor.
10 Dentro de poco no habrá ni un malvado,
mirarás dónde estaba y no habrá nadie.
11 Los humildes heredarán la tierra
y se deleitarán en una inmensa paz.

Salmos 37:39-40

39 Del Señor viene la salvación de los justos,
él es su refugio en tiempo de angustia.
40 El Señor los ayuda y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque han puesto en él su confianza.

Génesis 43:16-34

16 Cuando José vio que Benjamín estaba con ellos, dijo a su mayordomo:

— Lleva a estos hombres a mi casa. Manda matar un animal y que lo guisen, porque estos hombres comerán conmigo al mediodía.

17 El mayordomo cumplió la orden y los llevó personalmente a casa de José. 18 Ellos, al ver que los llevaban a casa de José, se asustaron, pues pensaban:

— Nos han traído aquí a causa del dinero que devolvieron en nuestros costales la vez pasada. Esto es un pretexto para acusarnos, condenarnos, hacernos esclavos y quedarse con nuestros asnos.

19 Así que, al llegar a la puerta de la casa, se acercaron al mayordomo para hablar con él, 20 y le dijeron:

— Escucha, señor, la otra vez vinimos verdaderamente para comprar alimento, 21 pero a nuestro regreso, cuando acampamos para pasar la noche, descubrimos que en la boca de cada uno de nuestros costales estaba el dinero que habíamos pagado, la cantidad exacta. Ahora lo hemos traído para devolverlo; 22 y también hemos traído dinero para comprar más alimento. De veras que no sabemos quién pudo poner el dinero en nuestros costales.

23 El mayordomo respondió:

— Quédense tranquilos, no tengan miedo. Ha sido su Dios, el Dios de su padre, el que ha puesto ese dinero en sus costales; el dinero de ustedes lo recibí yo.

Luego hizo que trajeran a Simeón 24 y todos fueron a casa de José. Allí les puso agua para que se lavaran los pies y dio de comer a sus asnos. 25 Ellos, mientras tanto, prepararon los regalos y esperaron a que José llegara al mediodía, pues habían oído que comerían allí.

26 Cuando José llegó a la casa, le entregaron el obsequio que le habían traído y se inclinaron rostro en tierra. 27 José se interesó por su salud y luego les preguntó:

— ¿Qué tal está su anciano padre, del que me hablaron? ¿Vive aún?

28 Ellos respondieron:

— Nuestro padre, tu siervo, vive todavía y se encuentra bien.

Ellos se inclinaron e hicieron una reverencia. 29 José miró a su alrededor y, al ver a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó:

— ¿Este es su hermano pequeño del que me hablaron? ¡Que Dios te sea propicio, hijo mío!

30 Las entrañas de José se conmovieron al ver a su hermano y, no pudiendo contener las lágrimas, marchó apresuradamente a su alcoba y allí estuvo llorando. 31 Después se lavó la cara y, ya más calmado, salió y ordenó:

— ¡Sirvan la comida!

32 A José le sirvieron en una mesa, a sus hermanos en otra, y a los comensales egipcios en otra, porque los egipcios no pueden comer con los hebreos, por ser algo abominable para ellos. 33 Los hermanos de José estaban sentados frente a él, colocados por edades de mayor a menor, y unos a otros se miraban con asombro. 34 José les mandaba desde su mesa las porciones, pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor que la de los otros. Y así bebieron con él hasta embriagarse.

Romanos 8:1-11

La vida en el Espíritu

Ninguna condena, por tanto, pesa ya sobre los que pertenecen a Cristo Jesús, pues la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Es decir, lo que era imposible para la ley a causa de la debilidad humana, lo llevó a cabo Dios enviando a su propio Hijo que compartió nuestra condición pecadora y, a fin de eliminar el pecado, dictó sentencia condenatoria contra el pecado a través de su naturaleza mortal. De esta manera nosotros, los que vivimos bajo la acción del Espíritu y no bajo el dominio de nuestros desordenados apetitos, podemos dar pleno cumplimiento a lo que manda la ley.

Los que viven entregados a sus desordenados apetitos, se preocupan de satisfacer esos apetitos; en cambio, los que viven según el Espíritu, se preocupan de hacer lo que es propio del Espíritu. Ahora bien, el afán por satisfacer los apetitos desordenados conduce a la muerte; el de hacer lo que es propio del Espíritu lleva a la vida y a la paz. Y es que el afán por satisfacer nuestros desordenados apetitos nos hace enemigos de Dios, a cuya ley ni nos sometemos ni tenemos siquiera posibilidad de hacerlo. En definitiva, los que viven entregados a sus desordenados apetitos no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no viven entregados a esos apetitos, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios mora en ustedes. El que carece del Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo. 10 Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera a causa del pecado, el espíritu vive en virtud de la fuerza salvadora de Dios. 11 Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús infundirá nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu que ha hecho habitar en ustedes.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España