Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 120 (119)
Soy persona de paz
120 Cántico de peregrinación.
Clamo al Señor en mi angustia
y él me responde.
2 Señor, líbrame de los labios mentirosos,
de la lengua embustera.
3 ¿Qué te darán, con qué te pagarán,
lengua embustera?
4 Con flechas afiladas de guerrero
y brasas ardientes de retama.
5 ¡Ay de mí que he tenido que emigrar a Mésec,
que habito entre las tiendas de Quedar!
6 Demasiado tiempo he vivido
con quienes odian la paz.
7 Yo soy persona de paz;
mas si hablo de paz,
ellos quieren la guerra.
Sedecías, último rey de Judá (597-587) (2 Cr 36,11-12a.13a; Jr 52,1-3)
18 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital y era hija de Jeremías, natural de Libná. 19 Sedecías ofendió al Señor, siguiendo los pasos de Joaquín.
20 Por eso Jerusalén y Judá sufrieron las consecuencias de la cólera del Señor que los arrojó de su presencia. Sedecías, por su parte, se rebeló contra el rey de Babilonia.
Sitio de Jerusalén (Jr 39,1-2.4-7; 52,4-11)
25 El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, llegó a Jerusalén con todo su ejército. Acampó junto a ella y mandó construir torres de asalto alrededor. 2 La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías. 3 El día nueve del cuarto mes el hambre se hizo insoportable en la ciudad y la gente no tenía nada que comer. 4 Entonces el enemigo abrió una brecha en la muralla de la ciudad y, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, los soldados, aprovechando la noche, huyeron por una puerta entre las dos murallas, la que da a los jardines reales, y se marcharon por el camino de la Arabá. 5 El ejército caldeo persiguió al rey y le dio alcance en la llanura de Jericó, mientras sus tropas se dispersaron dejándolo solo. 6 Los caldeos apresaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia que estaba en Ribla, y allí mismo dictaron sentencia contra él. 7 Luego degollaron a los hijos de Sedecías delante de su padre, a él le sacaron los ojos y se lo llevaron encadenado a Babilonia.
Conquista, saqueo y deportación (Jr 52,12-27)
8 El día siete del quinto mes (que corresponde al año décimo noveno del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia), llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia y consejero del rey de Babilonia. 9 Incendió el Templo del Señor, el palacio real y todas las casas de Jerusalén, pegando fuego a todos los edificios principales. 10 El ejército caldeo, comandado por el jefe de la guardia, derribó las murallas de Jerusalén. 11 Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó deportados al resto de la gente que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la población. 12 El jefe de la guardia sólo dejó a unos pocos de la gente humilde del país al cuidado de las viñas y los campos.
13 Los caldeos destrozaron las columnas de bronce del Templo del Señor, los pedestales y la pila de bronce que había en el Templo y se llevaron el bronce a Babilonia. 14 También se llevaron las ollas, las palas, los cuchillos, las bandejas y todos los objetos de bronce destinados al culto. 15 El jefe de la guardia se llevó consigo los incensarios y aspersorios, tanto los que eran de oro como los que eran de plata. 16 Las dos columnas, la pila de bronce y los pedestales (todo lo que Salomón mandó hacer para el Templo del Señor) tenían un peso en bronce incalculable. 17 Cada columna medía unos nueve metros de altura y estaba rematada por un capitel de bronce de unos dos metros y medio de altura, adornado por guirnaldas y granadas a su alrededor, todo de bronce. Las dos columnas eran iguales.
18 El jefe de la guardia apresó al sumo sacerdote Seraías, al segundo sacerdote Sofanías y a los tres porteros. 19 Apresó también en la ciudad a un alto funcionario que estaba al frente de la tropa, a cinco miembros del consejo real que se habían quedado en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado de reclutar a la gente del país, y a sesenta miembros de esa gente del país que se encontraban en la ciudad. 20 Nabusardán, el jefe de la guardia, los apresó a todos y los condujo ante el rey de Babilonia que se encontraba en Ribla. 21 Y el rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, en territorio de Jamat. Así fue deportado Judá lejos de su tierra.
20 Pero no, Cristo ha resucitado venciendo la muerte y su victoria es anticipo de la de aquellos que han muerto. 21 Pues si por un hombre vino la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. 22 En efecto, del mismo modo que, al compartir la naturaleza de Adán, toda la humanidad está sujeta a la muerte, en cuanto injertados en Cristo, todos retornarán a la vida. 23 Pero cada uno en el puesto que le corresponda: Cristo en primer lugar como anticipo; después los que pertenecen a Cristo, el día de su gloriosa manifestación. 24 Entonces será el momento final, cuando, aniquiladas todas las potencias enemigas, Cristo entregue el reino a Dios Padre. 25 Mientras tanto, es preciso que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y como a último enemigo, destruirá a la muerte, 27 porque Dios todo lo sometió debajo de sus pies. Bien entendido que, cuando la Escritura dice que “todo le ha sido sometido”, no incluye a Dios, que es quien se lo sometió. 28 Y cuando todo le haya quedado sometido, el Hijo se someterá a quien se lo sometió todo, para que Dios sea soberano de todo.
29 Hay algunos que se hacen bautizar por los que han muerto; si es cierto que los muertos no han de resucitar, ¿qué sentido puede tener ese bautismo? 30 Y nosotros mismos, ¿a qué ponernos en peligro a todas horas? 31 Les aseguro, hermanos, por lo orgulloso que me siento de ustedes ante Cristo Jesús, Señor nuestro, que estoy al borde de la muerte cada día. 32 Y si sólo aspiro a una recompensa humana, ¿de qué me sirve haber sostenido en Éfeso un combate contra fieras? Si los muertos no resucitan, ¡comamos y bebamos, que mañana moriremos !
33 No se engañen: “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. 34 Retornen al buen camino y no sigan pecando; pues, para vergüenza de ustedes, tengo que decirles que algunos de ustedes desconocen a Dios.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España