Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 69 (68)
Estoy cansado de gritar
69 Al maestro del coro. Según “Los lirios”. De David.
2 Oh Dios, sálvame, que estoy
con el agua al cuello,
3 que me hundo en un profundo cenagal
y no tengo dónde apoyar el pie;
me encuentro en el seno de las aguas
y me arrastra la corriente.
4 Estoy cansado de gritar,
tengo seca la garganta
y se consumen mis ojos
mientras espero a mi Dios.
5 Más numerosos que mis cabellos
son los que me odian sin motivo;
son fuertes quienes quieren destruirme,
quienes me detestan sin razón alguna.
¿Tendré que devolver lo que no robé?
30 Pero a mí, humilde y sufriente,
que tu poder salvador, oh Dios, me proteja.
31 Alabaré con canciones el nombre de Dios,
con himnos de gratitud lo ensalzaré.
32 Y esto complacerá a Dios más que un toro,
más que un novillo astado con pezuñas.
33 Que se alegren los humildes cuando lo vean,
que se reanime el corazón de los que a Dios buscan.
34 Porque el Señor escucha a los oprimidos,
no desprecia a los cautivos.
35 Que lo alaben los cielos y la tierra,
los mares y cuanto se mueve en ellos,
36 pues Dios salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
habitarán allí y la heredarán;
La circuncisión, señal de la alianza
17 Cuando Abrán tenía noventa y nueve años se le apareció el Señor y le dijo:
— Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente. 2 Yo haré una alianza contigo y multiplicaré tu descendencia inmensamente.
3 Entonces Abrán cayó rostro en tierra mientras Dios continuaba diciendo:
4 — Mira, esta es la alianza que yo hago contigo: tú serás padre de una muchedumbre de pueblos. 5 No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre de ahora en adelante será Abrahán porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos. 6 Te haré extraordinariamente fecundo; de ti surgirán naciones y reyes. 7 Establezco mi alianza contigo y, después de ti, con todas las generaciones que desciendan de ti. Será una alianza perpetua: yo seré tu Dios y el de tus descendientes. 8 A ti y a los descendientes que te sucedan les daré en posesión perpetua la tierra que ahora recorres como inmigrante, toda la tierra de Canaán. Y yo seré su Dios.
9 Y Dios añadió:
— Tú y tus descendientes, de generación en generación, habrán de guardar mi alianza. 10 Esta será la señal de la alianza que establezco con ustedes y con tu descendencia, y que deberán cumplir: circunciden a todos sus varones. 11 Circuncidarán la carne de su prepucio y esa será la señal de mi alianza con ustedes. 12 De generación en generación, todos sus varones serán circuncidados a los ocho días de nacer; también los esclavos nacidos en casa o comprados por dinero a cualquier extranjero que no sea de la raza de ustedes. 13 Todos sin excepción, tanto el esclavo nacido en casa como el comprado por dinero, deberán ser circuncidados. Así mi alianza estará marcada en la carne de ustedes como una alianza perpetua.
El ejemplo de Abrahán
4 Veamos el caso de Abrahán, nuestro antepasado. ¿Qué decir de él? 2 Si Abrahán hubiese obtenido la amistad divina en virtud de sus obras, tendría razón para sentirse orgulloso. Aunque nunca ante Dios. 3 Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abrahán a Dios y esto le valió que Dios le concediera su amistad. 4 Por otra parte, el salario del que trabaja no es un regalo, sino una deuda. 5 De modo que quien no pone su confianza en las propias obras, sino que se fía de Dios, que restablece en su amistad al pecador, efectivamente esa su fe lo restablece en la amistad divina. 6 Igualmente David llama dichosos a quienes Dios ha restablecido en su amistad con independencia de las obras:
7 ¡Dichosos aquellos a quienes Dios ha perdonado sus culpas,
y aquellos cuyos pecados ha sepultado en lo profundo!
8 ¡Dichoso aquel a quien el Señor no le toma en cuenta su pecado!
9 ¿A quién se dirige esta felicitación? ¿Solamente a los que están circuncidados o también a los que no lo están? Hemos dicho que la fe le valió a Abrahán para que Dios le concediera su amistad. 10 ¿Y cuándo sucedió esto? ¿Antes o después de haberse circuncidado? Sin duda, sucedió antes. 11 La circuncisión la recibió más tarde como una señal, como un sello garantizador de que ya se le había concedido la amistad divina mediante la fe, aun antes de estar circuncidado. De esta manera, Abrahán se ha convertido en padre de todos los que creen sin estar circuncidados, por cuanto también a ellos Dios los restablece en su amistad. 12 Y al mismo tiempo se ha convertido en padre para los que, estando circuncidados, no confían únicamente en la circuncisión, sino que siguen las huellas de la fe que, antes de circuncidarse, tuvo ya nuestro padre Abrahán.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España