Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
8 ¶ Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza.
9 El es el que puso nuestra alma en vida, y no permitió que nuestros pies resbalaran.
10 Porque tú nos probaste, oh Dios; nos afinaste como se afina la plata.
11 Nos metiste en la red; pusiste apretura en nuestros lomos.
12 Hiciste subir varón sobre nuestra cabeza; entramos en fuego y en aguas, y nos sacaste a abundancia.
13 ¶ Entraré en tu Casa con holocaustos; te pagaré mis votos,
14 que pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando estaba angustiado.
15 Holocaustos de cebados te ofreceré, con perfume de carneros; sacrificaré bueyes y machos cabríos. (Selah.)
16 Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma.
17 A él clamé con mi boca, y fue ensalzado con mi lengua.
18 Si en mi corazón hubiera yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oiría.
19 Mas ciertamente me oyó Dios; atendió a la voz de mi oración.
20 Bendito Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.
7 ¶ Y el SEÑOR dijo a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca, porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación.
2 De todo animal limpio te tomarás de siete pares, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, dos, macho y su hembra.
3 También de las aves de los cielos de siete pares, macho y hembra; para guardar en vida la simiente sobre la faz de toda la tierra.
4 Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días, y cuarenta noches; y raeré toda sustancia que hice de sobre la faz de la tierra.
5 ¶ E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó el SEÑOR.
6 Y siendo Noé de seiscientos años, el diluvio de las aguas vino sobre la tierra.
7 Y Noé, y sus hijos, y su mujer, y las mujeres de sus hijos vinieron con él al arca, por causa de las aguas del diluvio.
8 De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que anda arrastrándose sobre la tierra,
9 De dos en dos entraron a Noé en el arca: macho y hembra, como mandó Dios a Noé.
10 Y fue, que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
11 ¶ El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo a los diecisiete días del mes; aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las ventanas de los cielos fueron abiertas;
12 y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.
13 ¶ En este mismo día entró Noé, y Sem, y Cam y Jafet, hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos con él en el arca;
14 ellos y todos los animales según sus especies, y todas las bestias según sus especies, y todo animal que anda arrastrándose sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, todo pájaro, toda cosa de alas.
15 Y vinieron a Noé al arca, de dos en dos, de toda carne, en que había espíritu de vida.
16 Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios: y el SEÑOR lo encerró.
17 ¶ Y el diluvio estuvo cuarenta días sobre la tierra; y las aguas se multiplicaron, y alzaron el arca, y fue alzado de sobre la tierra.
18 Y prevalecieron las aguas, y se multiplicaron en gran manera sobre la tierra; y andaba el arca sobre la faz de las aguas.
19 Y las aguas prevalecieron mucho en gran manera sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos.
20 Quince codos encima prevalecieron las aguas; y fueron cubiertos los montes.
21 ¶ Y murió toda carne que anda arrastrándose sobre la tierra, en las aves, y en las bestias, y en los animales, y en toda criatura que anda arrastrándose sobre la tierra, y en todo hombre;
22 todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, de todo lo que había en la tierra, murió.
23 Así rayó toda la sustancia que había sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, hasta el animal, y hasta el ave del cielo; y fueron raídos de la tierra; y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca.
24 Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.
13 Y soplando el austro, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando velas, tenían cerca la costa de Creta.
14 Pero no mucho después dio en ella un viento repentino, que se llama Euroaquilo.
15 Y siendo arrebatada de él la nave, que no podía resistir contra el viento, dejada la nave a los vientos, éramos llevados.
16 Y llevados de la corriente hacia una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife;
17 el cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave; y teniendo temor de que dieran en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados.
18 Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron;
19 y al tercer día nosotros, con nuestras manos, arrojamos las obras muertas de la nave.
20 Y no apareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida toda la esperanza de nuestra salud.
21 ¶ Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño.
22 Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida de persona habrá de vosotros, sino solamente de la nave.
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo,
24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo.
25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho;
26 con todo, es necesario que demos en una isla.
27 Y venida la decimacuarta noche, y siendo llevados en el mar Adriático, los marineros a la medianoche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra;
28 y echando la sonda, hallaron veinte pasos, y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince pasos.
29 Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciera de día.
30 Entonces procurando los marineros huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa,
31 Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros.
32 Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y lo dejaron caer.
33 Cuando comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comieran, diciendo: Este es el decimocuarto día que esperáis y permanecéis en ayunas, no comiendo nada.
34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
35 Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer.
36 Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también.
37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
38 Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano al mar.
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