Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 31 (30)
Mi destino está en tus manos
31 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Señor, en ti confío,
que no quede jamás defraudado;
¡líbrame con tu fuerza salvadora!
3 Acerca hacia mí tu oído,
date prisa en socorrerme.
Sé para mí fortaleza protectora,
morada inaccesible que me salve,
4 pues tú eres mi bastión, mi baluarte;
honrando tu nombre, guíame y condúceme.
5 Libérame de la trampa que me tienden,
porque tú eres mi refugio.
15 Pero yo, Señor, en ti confío,
yo he dicho: “Tú, Señor, eres mi Dios”.
16 Mi destino está en tus manos,
líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen.
20 Hubo otro hombre que profetizó en nombre del Señor: Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Jearín. Profetizó contra esta ciudad y contra este país, en los mismos términos que Jeremías. 21 El rey Joaquín, sus oficiales y sus dignatarios oyeron sus palabras, y el rey trató de matarlo. Cuando Urías se enteró, huyó atemorizado y se refugió en Egipto. 22 El rey Joaquín envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, con unos cuantos hombres. 23 Capturaron a Urías en Egipto y se lo trajeron al rey Joaquín, que lo mandó ajusticiar a espada, y arrojaron su cadáver a la sepultura común. 24 Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías para que no lo entregaran en manos del pueblo y le dieran muerte.
Jesús y Abrahán
48 Los judíos le contestaron:
— Con razón decimos nosotros que eres samaritano y que tienes un demonio dentro.
49 Jesús respondió:
— Yo no tengo ningún demonio; lo que hago es honrar a mi Padre; ustedes, en cambio, me deshonran a mí. 50 Yo no vivo preocupado por mi propio honor. Hay uno que se preocupa de eso, y a él le corresponde juzgar. 51 Les aseguro que el que acepta mi mensaje, jamás morirá.
52 Al oír esto, los judíos le dijeron:
— Ahora estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas murieron, ¿y tú dices que quien acepta tu mensaje jamás morirá? 53 ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abrahán? Tanto él como los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú?
54 Jesús respondió:
— Si yo me alabara a mí mismo, mi alabanza carecería de valor. Pero el que me alaba es mi Padre; el mismo de quien ustedes dicen que es su Dios. 55 En realidad no lo conocen; yo, en cambio, lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y cumplo sus mandatos. 56 Abrahán, el padre de ustedes, se alegró con la esperanza de ver mi día; lo vio y se alegró.
57 Los judíos le replicaron:
— ¿De modo que tú, que aún no tienes cincuenta años, has visto a Abrahán?
58 Jesús les respondió:
— Les aseguro que antes de que Abrahán naciera, existo yo.
59 Intentaron, entonces, apedrearlo; pero Jesús se escondió y salió del Templo.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España