Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Los malos pastores y el rey futuro
23 ¡Ay de los pastores que descarrían y dispersan el rebaño de mi pastizal! —oráculo del Señor—. 2 Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: Ustedes dispersaron mi rebaño, lo expulsaron y no se han preocupado de él. Pues bien, yo les voy a pedir cuentas de sus malas acciones —oráculo del Señor— 3 y yo mismo reuniré al resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé y las haré volver a su pastizal, donde fructificarán y se multiplicarán. 4 Les pondré pastores que las apacienten; ya no tendrán miedo, no se espantarán ni faltará ninguna —oráculo del Señor—.
5 Ya llegan días —oráculo del Señor—
en que daré a David un vástago legítimo.
Será un rey que reinará con prudencia,
impondrá justicia y derecho en el país.
6 En sus días estará a salvo Judá,
Israel vivirá con tranquilidad,
y la gente le pondrá de nombre:
“El Señor es nuestra justicia”.
68 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
que ha venido a auxiliar
y a dar la libertad a su pueblo!
69 Nos ha suscitado un poderoso salvador
de entre los descendientes de su siervo David.
70 Esto es lo que había prometido desde antiguo
por medio de sus santos profetas:
71 que nos salvaría de nuestros enemigos
y del poder de los que nos odian,
72 mostrando así su compasión
con nuestros antepasados
y acordándose de cumplir su santa alianza.
73 Y este es el firme juramento
que hizo a nuestro padre Abrahán:
74 que nos libraría de nuestros enemigos,
para que, sin temor alguno, le sirvamos
75 santa y rectamente en su presencia
a lo largo de toda nuestra vida.
76 En cuanto a ti, hijo mío,
serás profeta del Dios Altísimo,
porque irás delante del Señor
para preparar su venida
77 y anunciar a su pueblo la salvación
mediante el perdón de los pecados.
78 Y es que la misericordia entrañable de nuestro Dios,
nos trae de lo alto un nuevo amanecer
79 para llenar de luz a los que viven
en oscuridad y sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por caminos de paz.
11 Su glorioso poder los dotará de una fortaleza a toda prueba para que sean ejemplo de constancia y paciencia, y para que, llenos de alegría, 12 den gracias al Padre que los ha juzgado dignos de compartir la herencia de su pueblo en el reino de la luz. 13 Él es quien nos ha rescatado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, 14 del que nos viene la liberación y el perdón de los pecados.
I.— EL MISTERIO SALVADOR DE CRISTO (1,15—2,5)
Presencia de Cristo en la creación y en la redención
15 Cristo es la imagen del Dios invisible,
el primogénito de todo lo creado.
16 Dios ha creado en él todas las cosas:
todo lo que existe en el cielo y en la tierra,
lo visible y lo invisible,
sean tronos, dominaciones,
principados o potestades,
todo lo ha creado Dios
por Cristo y para Cristo.
17 Cristo existía antes que hubiera cosa alguna,
y todo tiene en él su consistencia.
18 Él es también la cabeza
del cuerpo que es la Iglesia;
en él comienza todo;
él es el primogénito
de los que han de resucitar,
teniendo así la primacía de todas las cosas.
19 Dios, en efecto, tuvo a bien
hacer habitar en Cristo la plenitud
20 y por medio de él reconciliar
consigo todos los seres:
los que están en la tierra
y los que están en el cielo,
realizando así la paz
mediante la muerte de Cristo en la cruz.
33 Cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. 34 Jesús entonces decía:
— Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Los soldados se repartieron las ropas de Jesús echándolas a suertes. 35 La gente estaba allí mirando, mientras las autoridades se burlaban de Jesús, diciendo:
— Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios.
36 Los soldados también se burlaban de él: se acercaban para ofrecerle vinagre y le decían:
37 — Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Habían fijado un letrero por encima de su cabeza que decía: “Este es el rey de los judíos”. 39 Uno de los criminales colgados a su lado lo insultaba, diciendo:
— ¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
40 Pero el otro increpó a su compañero, diciéndole:
— ¿Es que no temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo? 41 Nosotros estamos pagando justamente los crímenes que hemos cometido, pero este no ha hecho nada malo. 42 Y añadió:
— Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
43 Jesús le contestó:
— Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España