Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Plegaria pidiendo protección
Al músico principal; sobre Nehilot. Salmo de David.
5 Escucha, Señor, mis palabras;
toma en cuenta mis gemidos.
2 Mi rey y Dios, presta atención a mi clamor,
porque a ti dirijo mi oración.
3 Oh, Señor, por la mañana escucharás mi voz;
por la mañana me presentaré ante ti, y esperaré.
4 No eres un Dios que se complazca en la maldad;
los malvados no pueden habitar contigo.
5 Los perversos no pueden presentarse ante ti,
pues aborreces a todos los malhechores.
6 Tú, Señor, destruyes a los mentirosos,
y rechazas a los asesinos y mentirosos.
7 Yo, por el contrario, y por tu gran misericordia,
puedo entrar en tu templo y alabarte reverente.
8 Guíame, Señor, en tu justicia,
y por causa de mis adversarios
endereza tu camino delante de mí.
Ajab derrota a los sirios
20 Un día el rey Ben Adad de Siria reunió a todo su ejército, y convocó a treinta y dos reyes aliados con su caballería y sus carros de combate, y se dirigió a Samaria para atacarla, y la sitió. 2 Envió mensajeros al rey Ajab, que estaba en la ciudad, a que le dijeran:
3 «El rey Ben Adad te manda decir: “Tu plata y tu oro me pertenecen, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos.”»
4 El rey de Israel le respondió:
«¡Por supuesto! ¡Todo lo que tengo le pertenece a Su Majestad!»
5 Los mensajeros volvieron a hablar con Ajab, y le dijeron:
«El rey Ben Adad ha dicho: “He mandado a decirte que vas a entregarme tu plata y tu oro, lo mismo que tus mujeres y tus hijos. 6 Prepárate, porque mañana a esta misma hora van a llegar mis siervos a registrar tu palacio y las casas de tus oficiales, y se llevarán todo lo que tengas de valor.”»
7 El rey de Israel convocó entonces a todos los ancianos del país, y les dijo:
«¿Se dan cuenta de que ese rey está buscando perjudicarme? Me pidió que le entregara mis tesoros de plata y de oro, y hasta mis mujeres y mis hijos, ¡y no se los negué!»
8 Los ancianos y todo el pueblo le aconsejaron:
«No le hagas caso. No hagas lo que te pide.»
9 Entonces Ajab respondió a los embajadores:
«Digan a Su Majestad que voy a hacer lo que me pidió la primera vez. Pero esto otro no lo voy a hacer.»
Los embajadores llevaron la respuesta a su rey, 10 y una vez más Ben Adad mandó a decirle:
«¡Que los dioses me castiguen duramente, y más aún, si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis ejércitos se lleven un puñado de sus ruinas!»
11 Y el rey de Israel le respondió:
«Díganle a su rey que una cosa es ceñirse la espada, y otra muy distinta volver victorioso del campo de batalla.»
12 Cuando Ben Adad recibió la respuesta de Ajab, estaba en su campamento bebiendo con los demás reyes, y al instante ordenó a sus oficiales que se prepararan para atacar la ciudad. 13 Pero un profeta fue a ver al rey Ajab de Israel, y le dijo:
«Así ha dicho el Señor: “¿Ves esta gran muchedumbre? Hoy mismo voy a entregarla en tus manos, para que reconozcas que yo soy el Señor.”»
14 Y Ajab le preguntó:
«¿Y quién me ayudará a derrotarlos?»
Y el profeta respondió:
«Así ha dicho el Señor: “Te ayudarán los siervos de los jefes de las provincias.”»
Pero Ajab volvió a preguntar:
«¿Y quién atacará primero?»
Y el profeta le dijo:
«Tú atacarás primero.»
15 Entonces Ajab pasó revista a los siervos de los jefes de las provincias, y eran doscientos treinta y dos guerreros. Luego pasó revista a todo el ejército israelita, y contó siete mil guerreros. 16 Se pusieron en marcha al mediodía, saliendo de Samaria, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes que lo apoyaban seguían emborrachándose en su campamento. 17 Los primeros en salir de la ciudad fueron los siervos de los jefes de provincia. Pero Ben Adad había puesto espías, que al ver salir soldados de Samaria corrieron a decírselo al rey. 18 Entonces Ben Adad dijo:
«Sea que vengan en son de paz, o que vengan en son de guerra, captúrenlos vivos.»
19 Los siervos de los jefes salieron de la ciudad, y tras ellos salió todo el ejército, 20 y trabaron combate unos contra otros, pero los israelitas hicieron huir a los sirios, y los persiguieron. Entonces el rey Ben Adad de Siria montó en un caballo y escapó acompañado de algunos jinetes. 21 El rey de Israel remató a la caballería, destruyó los carros de combate, y causó grandes estragos entre el ejército sirio.
22 Luego, el profeta se presentó ante Ajab y le dijo:
«Ahora debes reagrupar tus fuerzas y pensar lo que debes hacer, porque dentro de un año el rey de Siria volverá para pelear contra ti.»
La amistad con el mundo
4 ¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no vienen de sus pasiones, las cuales luchan dentro de ustedes mismos? 2 Si ustedes desean algo, y no lo obtienen, entonces matan. Si arden de envidia y no consiguen lo que desean, entonces discuten y luchan. Pero no obtienen lo que desean, porque no piden; 3 y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres. 4 ¡Ay, gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Todo aquel que quiera ser amigo del mundo, se declara enemigo de Dios. 5 No crean que la Escritura dice en vano: «Ardientemente nos desea el Espíritu que él ha hecho habitar en nosotros.» 6 Pero la gracia que él nos da es mayor. Por eso dice: «Dios se opone a los soberbios, y da gracia a los humildes.»(A) 7 Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes.
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