Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 148
Alabad todos al Señor
148 ¡Aleluya!
Alabad al Señor desde los cielos,
alabad al Señor en las alturas.
2 Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todo su ejército.
3 Alabadlo, sol y luna,
alabadlo estrellas brillantes.
4 Alabadlo, los cielos más altos,
las aguas que estáis sobre ellos.
5 Que alaben el nombre del Señor,
pues lo mandó y fueron creados,
6 los asentó para siempre jamás,
los sometió a una ley que nunca pasará.
7 Alabad al Señor desde la tierra,
monstruos marinos y todos los mares,
8 fuego y granizo, nubes y nieve,
viento huracanado que cumple su mandato,
9 montañas y todas las colinas,
árboles frutales y todos los cedros,
10 fieras y todo el ganado,
reptiles y pájaros alados;
11 reyes de la tierra y pueblos todos,
príncipes y jueces de la tierra,
12 los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos con los niños.
13 Alabad el nombre del Señor,
que sólo su nombre es excelso,
su majestad domina cielos y tierra.
14 Él reviste de fortaleza a su pueblo,
es motivo de alabanza para sus fieles,
para Israel, su pueblo cercano.
¡Aleluya!
II.— RELATOS BIOGRÁFICOS Y ORÁCULOS DE RESTAURACIÓN (26—45)
Jeremías ante un tribunal
26 Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, [Jeremías] recibió esta palabra de parte del Señor:
2 — Así dice el Señor: Ponte en el atrio del Templo del Señor y habla contra todas las ciudades de Judá, contra esos que vienen al Templo a adorar al Señor. Les dirás todo lo que yo te he ordenado; no dejes ni una palabra. 3 A lo mejor escuchan, se convierten de su mala conducta y me arrepiento del mal que estoy pensando hacerles, por la maldad de sus acciones. 4 Les dirás: Así dice el Señor: Si os negáis a escucharme y a conduciros según la ley que os promulgué, 5 si no escucháis las palabras de mis siervos los profetas, que continuamente os estoy enviando (a pesar de que no les escucháis), 6 haré con este Templo lo mismo que hice con Siló, y convertiré esta ciudad en fórmula de maldición para todas las naciones de la tierra.
7 Los sacerdotes, los profetas y toda la gente escucharon este discurso de Jeremías en el Templo del Señor. 8 Cuando Jeremías terminó de transmitir todo lo que el Señor le había ordenado decir al pueblo, los sacerdotes y profetas lo detuvieron y le dijeron:
— Eres reo de muerte. 9 ¿Por qué dices profetizar en nombre del Señor y afirmas que este Templo acabará como Siló y que esta ciudad quedará desolada y deshabitada?
Toda la gente se amotinó contra Jeremías en el Templo del Señor.
12 Dijo Jeremías a los dignatarios y a todos los presentes:
— El Señor me ha enviado a profetizar contra este Templo y contra esta ciudad todo lo que habéis oído. 13 En consecuencia, mejorad vuestra conducta y vuestras acciones, y haced caso a lo que dice el Señor, vuestro Dios; sólo así se arrepentirá del mal que había anunciado contra vosotros. 14 En cuanto a mí, en vuestras manos estoy. Haced conmigo lo que os parezca bien y justo. 15 Pero habéis de saber que, si me matáis, os haréis responsables de una muerte inocente vosotros, esta ciudad y cuantos la habitan, pues es cierto que el Señor me ha enviado a transmitiros todo lo que he dicho.
Detención de Esteban
8 El favor y el poder de Dios estaban plenamente con Esteban, que realizaba milagros y prodigios entre el pueblo. 9 Pero unos miembros de la sinagoga llamada “de los libertos”, a la que pertenecían también oriundos de Cirene y Alejandría, así como de Cilicia y de la provincia de Asia, empezaron a discutir con él. 10 Al no poder hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que se expresaba, 11 sobornaron a unos individuos para que manifestaran que le habían oído pronunciar blasfemias contra Moisés y contra Dios. 12 De este modo consiguieron soliviantar al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la ley, los cuales, saliendo al encuentro de Esteban, lo apresaron y lo condujeron ante el Consejo Supremo. 13 Al mismo tiempo presentaron testigos falsos que declararon:
— Este hombre está siempre hablando contra este santo lugar y contra la ley. 14 Le hemos oído decir que el tal Jesús de Nazaret va a destruirlo y a cambiar las tradiciones que nos legó Moisés.
15 Todos los presentes en el Consejo fijaron entonces sus ojos en Esteban y vieron que su rostro parecía el de un ángel.
51 Vosotros, gente testaruda, de corazón empedernido y oídos sordos, siempre habéis ofrecido resistencia al Espíritu Santo. Como vuestros antepasados, así sois vosotros. 52 ¿Hubo algún profeta al que no persiguieran vuestros antepasados? Ellos mataron a los que predijeron la venida del único justo a quien ahora vosotros habéis entregado y asesinado. 53 ¡Vosotros que recibisteis la ley por mediación de ángeles, pero que nunca la habéis cumplido!
Lapidación de Esteban
54 Estas palabras desataron su cólera, y se recomían de rabia contra Esteban. 55 Pero él, lleno del Espíritu Santo y con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie junto a Dios.
56 — Escuchadme —dijo—, veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie junto a Dios.
57 Hechos un puro grito, no quisieron escuchar nada más y se arrojaron en masa sobre él. 58 Lo sacaron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los que participaban en el hecho confiaron sus ropas al cuidado de un joven llamado Saulo. 59 Esteban, por su parte, oraba con estas palabras mientras era apedreado:
— Señor Jesús, acoge mi espíritu.
60 Luego dobló las rodillas y clamó en alta voz:
— ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!
Y, sin decir más, expiró.
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