Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
La alegría de los redimidos
35 Se alegrarán el desierto y el sequedal;
se regocijará la estepa
y florecerá como la rosa.
2 Florecerá y se regocijará:
¡gritará de alegría!
Se le dará la gloria del Líbano
y el esplendor del Carmelo y de Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
3 Fortalezcan las manos débiles,
afirmen las rodillas temblorosas;
4 digan a los de corazón temeroso:
«Sean fuertes, no tengan miedo.
Su Dios vendrá,
vendrá con venganza;
con retribución divina
vendrá a salvarlos».
5 Se abrirán entonces los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
6 saltará el cojo como un ciervo,
y gritará de alegría la lengua del mudo.
Porque brotarán aguas en el desierto
y torrentes en el sequedal.
7 La arena ardiente se convertirá en estanque,
la tierra sedienta en manantiales burbujeantes.
Las guaridas donde se tendían los chacales
serán morada de juncos y papiros.
8 Habrá allí una calzada
que será llamada Camino de Santidad.
No viajarán por ella los impuros
ni transitarán por ella los necios;
será solo para los que siguen en ese camino.
9 No habrá allí ningún león,
ni bestia feroz que por él pase;
¡allí no se les encontrará!
¡Por allí pasarán solamente los redimidos!
10 Volverán los rescatados del Señor
y entrarán en Sión con cantos de júbilo;
su corona será el gozo eterno.
Se llenarán de regocijo y alegría,
y se apartarán de ellos el dolor y los quejidos.
5 Dichoso aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob,
cuya esperanza está en el Señor su Dios,
6 que hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos
y que siempre mantiene la verdad.
7 El Señor hace justicia a los oprimidos,
da de comer a los hambrientos
y pone en libertad a los cautivos.
8 El Señor da vista a los ciegos,
el Señor levanta a los agobiados,
el Señor ama a los justos.
9 El Señor protege al extranjero
y sostiene al huérfano y a la viuda,
pero frustra los planes de los malvados.
10 ¡Oh Sión, que el Señor reine para siempre!
¡Que tu Dios reine por todas las generaciones!
¡Aleluya!
El cántico de María(A)
46 Entonces dijo María:
«Mi alma glorifica al Señor
47 y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
48 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
¡Santo es su nombre!
50 De generación en generación
se extiende su misericordia a los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;
desbarató las intrigas de los soberbios.[a]
52 De sus tronos derrocó a los poderosos,
mientras que ha exaltado a los humildes.
53 A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió con las manos vacías.
54 Acudió en ayuda de su siervo Israel
mostrando[b] su misericordia
55 a Abraham y sus descendientes para siempre,
tal como había prometido a nuestros antepasados».
Paciencia en los sufrimientos
7 Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las lluvias de otoño y primavera. 8 Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca. 9 No se quejen unos de otros, hermanos, para que no sean juzgados. ¡El Juez ya está a la puerta!
10 Hermanos, tomen como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en el nombre del Señor.
2 Juan estaba en la cárcel y, al enterarse de lo que Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran:
3 —¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?
4 Jesús respondió:
—Vayan y cuéntenle a Juan lo que están oyendo y viendo: 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen alguna enfermedad en su piel son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas noticias. 6 Dichoso el que no tropieza por causa mía.
7 Mientras se iban los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que usan ropa de lujo están en los palacios de los reyes. 9 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. 10 Este es de quien está escrito:
»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino”.[a]
11 Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
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