Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
El Señor protege
Al director, con acompañamiento de flautas.[a] Canción de David.
1 ¡SEÑOR, escucha mis palabras!
Presta atención a mis gemidos.
2 Mi Rey y Dios,
escucha el grito de socorro que a ti suplico.
3 SEÑOR, tú escuchas mi voz cada mañana en oración;
cuidadosamente te presentaré mi caso
y esperaré atentamente tu respuesta.
4 Dios mío, a ti no te agrada el mal,
no permites que los perversos estén cerca de ti.
5 No aceptas a quienes no te obedecen,
rechazas a los que hacen el mal.
6 Los mentirosos están perdidos.
El SEÑOR detesta a los violentos
y a la gente que planea hacerles mal a los demás.
7 Pero yo disfrutaré de tu presencia gracias a tu abundante y fiel amor.
Y me inclinaré ante ti para adorarte en tu templo santo.
8 SEÑOR, ayúdame a llevar una vida justa
aunque mis enemigos me acechen a cada instante.
Haz que sea fácil para mí vivir de la manera que tú quieres.
Profecía contra Acab
35 Entonces, un profeta le dijo a otro:
—¡Golpéame!
Le dijo esto porque el SEÑOR lo había mandado, pero el otro profeta no quiso. 36 Así que el primer profeta le dijo:
—Por no haber obedecido el mandato del SEÑOR, te matará un león cuando salgas de este lugar.
El hombre salió y lo mató un león.
37 Y el primer profeta encontró a un hombre y le dijo:
—Golpéame.
El hombre lo golpeó tan fuerte que lo hirió. 38 El profeta se cubrió los ojos con su manto para que el rey no lo reconociera y fue y esperó al rey. 39 Cuando el rey pasaba por ahí, el profeta le gritó:
—Tu siervo salió de la batalla porque un hombre me encargó vigilar a un prisionero. Me dijo que si escapaba tendría que dar mi vida por él o pagar una multa de 3000 monedas[a] de plata. 40 Y mientras tu siervo hacía esto y lo otro, el prisionero desapareció. El rey le contestó:
—Tú mismo has firmado tu propia condena.
41 De repente el profeta sacó el manto de su cara y el rey se dio cuenta de que era uno de los profetas. 42 Entonces el profeta le dijo al rey:
—El SEÑOR te dice: “Por haber dejado en libertad al que yo quería que muriera, morirás tú en lugar de él. Morirán tú y tu gente”.
43 Entonces el rey volvió a Samaria furioso y de mal humor.
Jesús sana a un paralítico
(Mt 9:1-8; Mr 2:1-12)
17 Un día Jesús estaba enseñando, y unos fariseos y maestros de la ley estaban sentados allí. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, Judea y de Jerusalén. El Señor le daba poder a Jesús para sanar a la gente. 18 Entonces llegaron unos hombres que cargaban a un paralítico en una camilla. Querían entrar para ponerlo delante de Jesús, 19 pero había tanta gente que no pudieron llegar hasta él. Así que subieron al techo, quitaron unas tejas y lo bajaron en la camilla hasta que quedó en medio de la gente, ante Jesús. 20 Cuando Jesús vio la fe que tenían, dijo:
—Amigo, tus pecados quedan perdonados.
21 Entonces los maestros de la ley y los fariseos se dijeron: «¿Quién es este hombre? Lo que dice es una ofensa a Dios. El único que puede perdonar pecados es Dios». 22 Pero Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo:
—¿Qué están pensando? 23 Tal vez piensen que es más fácil que yo le diga: “Tus pecados quedan perdonados”, porque eso no se puede comprobar. Pero si le digo: “¡Levántate y anda!” 24 y así sucede, entonces quedará comprobado que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados.
Así que Jesús le dijo al paralítico:
—A ti te digo: ¡levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa!
25 De inmediato el hombre se levantó delante de todos, recogió su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. 26 Todos estaban asombrados y alababan a Dios. Estaban llenos de miedo y dijeron:
—¡Hoy hemos visto cosas increíbles!
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