Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Cántico para la dedicación de la casa. Salmo de David.
30 Te exaltaré, Señor, porque me has salvado de mis enemigos. No dejas que me derroten: 2 Señor, Dios mío, a ti clamé y tú me devolviste la salud. 3 Me sacaste del borde de la tumba, de la muerte misma, y heme aquí con vida.
4 ¡Cántenle, ustedes sus santos! Den gracias a su santo nombre. 5 Un instante dura su ira; su gracia perdura de por vida. Las lágrimas pueden huir la noche entera, pero al amanecer habrá gozo.
6 Dije yo en mi prosperidad: «Esto es para siempre. ¡Ahora nada puede detenerme! 7 El Señor me ha mostrado su gracia. Me ha dado firmeza como de montaña». Entonces, Señor, apartaste de mí tu rostro y quedé destruido. 8 Clamé a ti, Señor. ¡Ay, como supliqué! 9 «Señor, ¿qué ganarás con matarme? ¿Acaso puede el polvo mío hablar desde el sepulcro y proclamar al mundo tu fidelidad? 10 Escúchame, Señor; apiádate y ayúdame». 11 Entonces, él transformó mi dolor en danza. Me quitó mi ropa de luto y me vistió de fiesta, 12 para que pudiera entonarle alegres alabanzas en vez de yacer en el silencio de la tumba. Señor, Dios mío, proseguiré expresándote mi gratitud eternamente.
El hijo de la sunamita
8 Un día que Eliseo fue a Sunén, una mujer importante de la ciudad lo invitó a comer. Después, cada vez que él pasaba por allí, se detenía a cenar.
9 La mujer entonces le dijo a su marido: «Estoy segura de que este hombre que se detiene de vez en cuando aquí en nuestra casa es un profeta. 10 Hagamos una habitación en la terraza para que, cada vez que venga al pueblo, se quede ahí. Podemos poner una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Así, cuando venga, tendrá un lugar donde quedarse».
11-12 Un día que Eliseo estaba descansando en la habitación, le dijo a su sirviente Guiezi:
―Dile a la mujer que quiero hablar con ella.
Cuando ella llegó, 13 él le dijo a Guiezi:
―Dile que apreciamos la bondad que nos ha mostrado. Pregúntale qué podemos hacer por ella. ¿Querrá que diga una palabra en su favor al rey o al jefe del ejército?
―No —respondió ella—, estoy perfectamente contenta.
14 ―¿Qué podemos hacer por ella? —volvió a preguntarle Eliseo a Guiezi más tarde.
Guiezi sugirió:
―Ella no tiene hijos, y su marido es ya anciano.
15-16 ―Dile que vuelva —le dijo Eliseo.
Cuando ella regresó, él conversó con ella, mientras estaba parada en la puerta.
―El próximo año por este tiempo, tendrás un hijo —le dijo Eliseo.
―¡Varón de Dios! —exclamó ella—, no bromee de esa manera.
17 Pero era cierto. Pronto la mujer concibió y tuvo un niño, tal como Eliseo lo había profetizado.
14 Sabemos que la ley es espiritual. El problema es que yo estoy vendido en esclavitud al pecado, a causa de mi naturaleza pecadora.
15 Yo no me entiendo a mí mismo, porque no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
16 Sé bien que si hago lo que no quiero hacer, entonces la ley es buena. 17 De manera que no soy yo el que lo hace. Es el pecado que está dentro de mí.
18 Yo sé que en mi vieja naturaleza no hay nada bueno. Pues aunque quiero hacer lo bueno, no puedo. 19 Cuando quiero hacer el bien, no lo hago; y cuando trato de no hacer lo malo, lo hago de todos modos. 20 Entonces, si hago lo que no quiero hacer, está claro cuál es el problema: es el pecado que vive en mí.
21 Así que, queriendo hacer el bien, me enfrento a esta ley: el mal vive en mí. 22 En mi interior, quisiera obedecer la voluntad de Dios, 23 pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley está en guerra contra mi mente, y me tiene cautivo.
¡Qué triste es el estado en que me encuentro!
24 ¿Quién me libertará de la esclavitud de esta mortal naturaleza pecadora?
25 ¡Gracias a Dios que Cristo lo ha logrado!
En conclusión: con mi mente sirvo a la ley de Dios pero con mi naturaleza pecaminosa a la ley del pecado.
Nueva Biblia Viva, © 2006, 2008 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.