Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Al director musical. Salmo de David.
20 Que el Señor esté contigo en el día de tu tribulación. ¡Que el Dios de Israel te libre de todo mal! 2 Que desde su santuario te envíe ayuda; que desde Jerusalén te fortalezca. 3 Que recuerde con agrado lo que le has brindado: tus sacrificios y ofrendas quemadas: 4 Que él te conceda lo que tu corazón anhela y haga realidad todos tus planes. 5 Que haya griterío de júbilo cuando sepamos la noticia de tu victoria; que se agiten las banderas en alabanza a Dios por todo lo hecho en favor tuyo. Que él responda a todas tus plegarias.
6 «Dios salve a su ungido rey». ¡Y yo sé que lo salva! Él le escucha desde el alto cielo y lo rescatará con su gran poder. 7 Algunas naciones se vanaglorian de sus ejércitos y armamento; pero nosotros nos gloriamos en el Señor nuestro Dios. 8 Esas naciones caerán y perecerán; nosotros nos alzaremos y permaneceremos firmes y a salvo.
9 Otorga la victoria a nuestro rey, Señor. Escucha nuestra oración.
Samuel reprende a Saúl
13 Saúl había reinado ya un año. En el segundo año de su reinado 2 seleccionó a tres mil soldados especiales y llevó a dos mil de ellos a Micmás y a la región montañosa de Betel, mientras los otros mil quedaban con Jonatán, su hijo, en Guibeá en la tierra de Benjamín. Envió el resto del ejército a sus casas. 3 Entonces Jonatán atacó y destruyó la guarnición filistea que estaba en Guibeá. La noticia corrió rápidamente entre los filisteos, y Saúl convocó a todo Israel a las armas. 4 Anunció que había destruido una guarnición de los filisteos y se corrió la noticia que los israelitas se habían hecho detestables delante de los filisteos. Todo el ejército israelita se movilizó y se reunió en Gilgal. 5 Los filisteos reclutaron un poderoso ejército de tres mil carros, seis mil jinetes y tantos soldados como arena hay en la playa, y acamparon en Micmás al este de Bet Avén.
6 Cuando los israelitas vieron la gran cantidad de soldados enemigos, perdieron todo su valor y trataron de esconderse en cuevas, en fosos, en peñascos, en excavaciones y en cisternas. 7 También algunos cruzaron el río Jordán y huyeron a la tierra de Galaad. Mientras tanto, Saúl se quedó en Gilgal, y los que estaban con él temblaban de miedo ante lo que les esperaba. 8 Samuel le había dicho a Saúl que esperara siete días hasta su llegada, pero como todavía no llegaba y los soldados estaban desertando rápidamente, 9 decidió ofrecer un holocausto y una ofrenda de paz él mismo. 10 Pero cuando estaba terminando llegó Samuel. Saúl salió a encontrarlo y darle la bienvenida, 11 pero Samuel le dijo:
―¿Qué es lo que has hecho?
―Bueno —respondió Saúl—, cuando vi que mis hombres estaban desertando y que tú no llegabas en el tiempo que dijiste, y que los filisteos estaban en Micmás listos para la batalla, 12 me dije: “Los filisteos están listos para atacarnos y no hemos pedido la ayuda del Señor”. Entonces ofrecí el holocausto sin esperar tu llegada.
13 ―Has actuado locamente —exclamó Samuel—. Has desobedecido el mandamiento del Señor tu Dios. Él quería hacer de ti y de tus descendientes reyes de Israel para siempre, 14 pero ahora tu reino no perdurará. El Señor quiere un hombre que le obedezca. Por eso ha buscado a un varón conforme a su corazón y lo ha designado para que sea rey de este pueblo. Y todo porque no has obedecido el mandamiento del Señor.
15 Sin más, Samuel se fue de Gilgal a Guibeá de Benjamín.
Jonatán ataca a los filisteos
Cuando Saúl contó los soldados que aún estaban con él, encontró que eran sólo seiscientos.
Parábola del sembrador
4 Una vez más una inmensa multitud se congregó en la orilla del lago donde Jesús enseñaba. Era tanto el gentío que Jesús tuvo que subirse a una barca y sentarse a hablarles desde allí. 2 Jesús se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas. Al narrar una de ellas, decía así: 3 «Pongan atención. Un sembrador salió a sembrar. 4 Al esparcir las semillas algunas cayeron junto al camino y las aves llegaron y se las comieron. 5 Otras cayeron en un terreno rocoso, sin mucha tierra. Pronto germinaron, porque la tierra no era profunda; 6 pero como no tenían raíces, cuando salió el sol ardiente, las marchitó y murieron. 7 Algunas semillas cayeron entre espinos que, al crecer, ahogaron las plantas y no pudieron dar frutos. 8 Pero algunas de las semillas cayeron en buena tierra y brotaron, crecieron y produjeron treinta, sesenta y hasta cien semillas por cada una sembrada». 9 Y añadió Jesús: «El que tenga oídos, oiga».
10 Después, a solas con los doce y los que estaban alrededor de él, le preguntaron qué quiso decir con aquella parábola.
11 Él les respondió:
«A ustedes se les ha concedido conocer el secreto del reino de Dios; pero a los que están fuera se les dice todo por medio de parábolas, 12 para que “aunque vean, no perciban, y aunque oigan, no entiendan; no sea que se vuelvan a Dios y sean perdonados”.
13 »Ahora bien, si ustedes mismos no entienden esa parábola, ¿cómo van a entender las demás?
14 »El sembrador es el que proclama la palabra de Dios. 15 Las que fueron sembradas junto al camino son los que escuchan la palabra de Dios, pero inmediatamente Satanás quita la palabra que fue sembrada en ellos. 16 Las que cayeron en suelo rocoso representan a los que escuchan el mensaje con alegría, 17 pero como sus raíces no tienen profundidad, brotan antes de tiempo y se apartan apenas comienzan las tribulaciones y las persecuciones por causa de la Palabra. 18 Las que fueron sembradas entre espinas son los que escuchan la Palabra, 19 pero inmediatamente las preocupaciones del mundo, el amor por las riquezas, y los demás placeres ahogan la palabra y no la dejan producir frutos. 20 Pero las que cayeron en buena tierra son los que escuchan la Palabra, la reciben y producen mucho fruto: treinta, sesenta y hasta cien por cada semilla».
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