Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.
63 ¡Oh Dios, mi Dios! ¡Cómo te busco! ¡Qué sed tengo de ti en esta tierra reseca y triste en donde no hay agua! ¡Cómo anhelo encontrarte! 2 ¡Te he visto en tu santuario y he contemplado tu fortaleza y gloria, 3 porque tu amor y bondad son para mí mejor que la vida misma! ¡Cuánto te alabo! 4 Te bendeciré mientras viva, alzando a ti mis manos en oración. 5 Tú dejas mi alma más satisfecha que un delicioso banquete; te alabarán mis labios con gran júbilo.
6 Paso la noche despierto en mi lecho pensando en ti, 7 en cuánto me has ayudado. ¡Canto durante la noche con gozo bajo la protectora sombra de tus alas! 8 Te sigo de cerca, protegido por tu potente diestra.
La gloria del Señor
34 Entonces la nube cubrió el santuario, y la gloria del Señor lo llenó. 35 Moisés no pudo entrar a causa de la nube que estaba allí, y de la gloria del Señor que llenaba el santuario. 36 Cuando la nube se levantaba y empezaba a moverse, el pueblo de Israel emprendía la marcha y la seguía. 37 Si la nube se detenía, ellos permanecían allí hasta que la nube se volvía a mover. 38 La nube se posaba sobre el santuario durante el día, y en la noche la nube se encendía con fuego, para que el pueblo de Israel pudiera ver. Y esto sucedió durante toda su marcha por el desierto.
La caída de Babilonia
18 Después de esto vi que desde el cielo descendía otro ángel que, cubierto de gran autoridad, iluminó la tierra con su resplandor, 2 y con voz potente gritó:
«¡Ya cayó, ya cayó la gran Babilonia! Babilonia se ha convertido en guarida de demonios, en antro de espíritus inmundos y en nido de toda ave impura y odiosa, 3 porque las naciones se han embriagado con el vino excitante de su adulterio, los gobernantes de la tierra se han entregado con ella a los placeres, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido con la abundancia de lujos que ella despilfarraba».
4 Entonces oí otra voz del cielo que decía:
«Sal de esa ciudad, pueblo mío; no participes en su pecado para que no se te castigue con ella, 5 porque sus pecados se han ido amontonando hasta el cielo y Dios va a juzgarla por su perversidad.
6 Hazle a ella lo que ella te hizo a ti, e imponle doble castigo a sus maldades. En la copa en que preparó bebida para otros, prepárale una bebida dos veces más fuerte.
7 Ella ha vivido en derroches y en placeres sin límites; dale ahora dolores y penas sin límites. Ella se jacta diciendo: “En este trono soy reina. No soy ninguna viuda; nunca sufriré”.
8 Por tanto, ¡en un solo día caerán sobre ella peste, llanto y hambre, y al final la consumirá el fuego! ¡Poderoso es el Señor Dios que la juzga!».
9 Los gobernantes del mundo que tomaron parte en sus inmoralidades y se deleitaron con sus lujos, llorarán y lamentarán ante sus restos humeantes. 10 Desde la distancia, la contemplarán temblorosos de miedo al ver semejante castigo, y gritarán:
«¡Pobre, pobre Babilonia, la gran ciudad poderosa! ¡En un instante te llegó el juicio!».
19 Y echándose tierra en la cabeza en señal de duelo, dirán ahogados por el llanto:
«¡Ay, pobre de la gran ciudad que nos enriqueció con su gran riqueza! ¡En sólo una hora desapareció…! 20 Pero tú, cielo, regocíjate por lo que ha sucedido. Y regocíjense también los santos, los profetas y los apóstoles, porque al castigar a la gran ciudad, Dios les está haciendo justicia a ustedes».
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