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Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Salmos 118:1-2

La misericordia eterna del SEÑOR

118 ¡Alaben al SEÑOR porque es bueno;

porque para siempre es su
misericordia!
Diga, por favor, Israel:
“¡Para siempre es su misericordia!”.

Salmos 118:19-29

19 ¡Ábranme las puertas de la justicia! Entraré por ellas y daré gracias
al SEÑOR[a].
20 Esta es la puerta del SEÑOR; por ella entrarán los justos.
21 Te daré gracias
porque me has respondido
y has sido mi salvación.
22 La piedra que desecharon los edificadores
ha venido a ser la principal del ángulo.
23 De parte del SEÑOR es esto;
es una maravilla a nuestros ojos.
24 Este es el día que hizo el SEÑOR; nos gozaremos y nos alegraremos
en él.
25 ¡Oh SEÑOR, sálvanos, por favor! ¡Oh SEÑOR, haznos prosperar!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR!
Desde la casa del SEÑOR los bendecimos.
27 El SEÑOR es Dios
y nos ha resplandecido.
Aten ramas festivas junto[b] a los cuernos del altar.
28 Mi Dios eres tú; a ti te daré gracias. Oh Dios mío, a ti te ensalzaré.
29 ¡Alaben al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su
misericordia!

Lucas 19:28-40

La entrada triunfal en Jerusalén

28 Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29 Y aconteció que, llegando cerca de Betfagé y Betania al monte que se llama de los Olivos, envió a dos discípulos, 30 diciendo:

—Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando entren en ella, hallarán atado un borriquillo en el cual ningún hombre ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo. 31 Si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, le responderán así: “Porque el Señor lo necesita”.

32 Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho. 33 Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron:

—¿Por qué desatan el borriquillo?

34 Y ellos dijeron:

—Porque el Señor lo necesita.

35 Trajeron el borriquillo a Jesús y, echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima. 36 Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino.

37 Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto. 38 Ellos decían:

—¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor![a]. ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!

39 Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:

—Maestro, reprende a tus discípulos.

40 Él respondió diciéndoles:

—Les digo que si estos callan, las piedras gritarán.

Isaías 50:4-9

El SEÑOR Dios[a] me ha dado una lengua adiestrada para saber responder palabra al cansado. Me despierta cada mañana; cada mañana despierta mi oído para que yo escuche, como los que son adiestrados. El SEÑOR Dios[b] me abrió el oído, y no fui rebelde ni me volví atrás. Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los escupitajos. Porque el SEÑOR Dios[c] me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado.

Cercano está a mí el que me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que el SEÑOR Dios[d] me ayudará; ¿quién me podrá condenar? He aquí que todos ellos se envejecerán como un vestido, y se los comerá la polilla.

Salmos 31:9-16

Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, porque estoy en angustia.
Mis ojos, mi alma y mis entrañas
se han debilitado por el pesar.
10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar.
Mi fuerza me falla a causa
de mi iniquidad,
y mis huesos se han debilitado.
11 Para todos mis enemigos he sido objeto de oprobio.
He sido objeto de horror
para mis vecinos,
y de miedo para mis conocidos. Los que me veían huían de mí.
12 He sido olvidado en sus corazones como un muerto;
he venido a ser como un objeto inútil.
13 Porque he oído la calumnia de muchos; el terror está por todas partes, mientras traman unidos contra mí
y planean quitarme la vida.
14 Pero yo he confiado en ti, oh SEÑOR. He dicho: “Tú eres mi Dios;
15 en tus manos están mis tiempos”. Líbrame de la mano de mis enemigos
y de mis perseguidores.
16 Haz resplandecer tu rostro
sobre tu siervo;
sálvame por tu misericordia.

Filipenses 2:5-11

Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús:

Existiendo en forma de Dios,

él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse;

sino que se despojó a sí mismo,

tomando forma de siervo,

haciéndose semejante a los hombres;

y, hallándose en condición de hombre,

se humilló a sí mismo

haciéndose obediente hasta la muerte,

¡y muerte de cruz!

Por lo cual, también Dios

lo exaltó hasta lo sumo

y le otorgó el nombre

que es sobre todo nombre;

10 para que en el nombre de Jesús

se doble toda rodilla

de los que están en los cielos,

en la tierra y debajo de la tierra;

11 y toda lengua confiese

para gloria de Dios Padre

que Jesucristo es Señor.

Lucas 22:14-23:56

La Cena del Señor

14 Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:

—¡Cuánto he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de padecer! 16 Porque les digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.

17 Luego tomó una copa y, habiendo dado gracias, dijo:

—Tomen esto y repártanlo entre ustedes 18 porque les digo que desde ahora[a] no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 Entonces tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo:

—Esto es mi cuerpo[b] que por ustedes es dado. Hagan esto en memoria de mí.

20 Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo:

—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por ustedes se derrama.

Jesús anuncia la traición de Judas

21 »No obstante, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 A la verdad, el Hijo del Hombre va según lo que está determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!

23 Entonces ellos comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que habría de hacer esto.

Sobre la primacía y el servicio

24 Hubo entre ellos una disputa acerca de quién de ellos parecía ser el más importante. 25 Entonces él les dijo:

—Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados bienhechores. 26 Pero entre ustedes no será así. Más bien, el que entre ustedes sea el importante, sea como el más nuevo; y el que es dirigente, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es el más importante: el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.

28 »Y ustedes son los que han permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, dispongo para ustedes un reino, como mi Padre lo dispuso para mí, 30 para que coman y beban en mi mesa en mi reino, y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice la negación de Pedro

31 »Simón, Simón, he aquí Satanás me ha pedido para zarandearte como a trigo. 32 Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.

33 Él le dijo:

—Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.

34 Pero él dijo:

—Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces.

La hora del conflicto espiritual

35 Y les dijo a ellos:

—Cuando los envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿les faltó algo?

Ellos dijeron:

—Nada.

36 Entonces les dijo:

—Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.

37 Porque les digo que es necesario que se cumpla en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores[c]. Porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.

38 Entonces ellos dijeron:

—Señor, he aquí dos espadas.

Y él dijo:

—Basta.

Angustia de Jesús en Getsemaní

39 Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también lo siguieron. 40 Cuando llegó al lugar, les dijo:

—Oren que no entren en tentación.

41 Y él se apartó de ellos a una distancia considerable[d] y, puesto de rodillas, oraba 42 diciendo:

—Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya.

43 [Entonces le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra][e].

45 Cuando se levantó de orar y volvió a sus discípulos, los halló dormidos por causa de la tristeza. 46 Y les dijo:

—¿Por qué duermen? Levántense y oren para que no entren en tentación.

Jesús es arrestado

47 Mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud. El que se llamaba Judas, uno de los doce, venía delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle. 48 Entonces Jesús le dijo:

—Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

49 Al ver los que estaban con él lo que había de ocurrir, le dijeron:

—Señor, ¿heriremos a espada?

50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Entonces respondiendo Jesús, dijo:

—¡Basta de esto!

Y tocando su oreja, lo sanó. 52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los magistrados del templo y a los ancianos que habían venido contra él:

—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos? 53 Habiendo estado con ustedes cada día en el templo, no extendieron la mano contra mí. Pero esta es la hora de ustedes y la del poder de las tinieblas.

Pedro niega a Jesús

54 Lo prendieron, lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro lo seguía de lejos. 55 Cuando encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro también se sentó entre ellos. 56 Entonces una criada, al verlo sentado junto a la lumbre, lo miró fijamente y dijo:

—¡Este estaba con él!

57 Pero él negó diciendo:

—Mujer, no lo conozco.

58 Un poco después, al verlo otro, le dijo:

—¡Tú también eres de ellos!

Y Pedro dijo:

—Hombre, no lo soy.

59 Como una hora después, otro insistía diciendo:

—Verdaderamente, también este estaba con él porque es galileo.

60 Y Pedro dijo:

—¡Hombre, no sé lo que dices!

Y de inmediato, estando él aún hablando, el gallo cantó. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces”. 62 Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente.

Jesús ante el Sanedrín

63 Los hombres que tenían bajo custodia a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Y cubriéndole[f] le preguntaban diciendo:

—¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó?

65 Y le decían otras muchas cosas injuriándole.

66 Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron al Sanedrín de ellos. 67 Y le dijeron:

—Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo!

Pero él les dijo:

—Si se lo dijera, no lo creerían. 68 Además, si yo les preguntara, no me responderían. 69 Pero, de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios[g].

70 Le dijeron todos:

—Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios?

Y él les dijo:

—Ustedes dicen que Yo Soy.

71 Entonces ellos dijeron:

—¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

Jesús ante Pilato

23 Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, lo llevaron a Pilato. Y comenzaron a acusarlo diciendo:

—Hemos hallado a este que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey.

Entonces Pilato le preguntó diciendo:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Respondiendo, le dijo:

—Tú lo dices.

Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud:

—No hallo ningún delito en este hombre.

Pero ellos insistían diciendo:

—Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes Antipas

Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que lo vería hacer algún milagro. Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada. 10 Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándolo con vehemencia. 11 Pero Herodes y su corte, después de menospreciarlo y burlarse de él, lo vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarlo a Pilato. 12 Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes porque antes habían estado enemistados.

Jesús de nuevo ante Pilato

13 Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14 y les dijo:

—Me han presentado a este como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo lo he interrogado delante de ustedes y no he hallado ningún delito en este hombre de todo aquello que lo acusan. 15 Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte. 16 Así que lo soltaré después de castigarle.

17 [h], 18 Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo:

—¡Fuera con este! ¡Suéltanos a Barrabás!

19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.

20 Entonces Pilato les habló otra vez queriendo soltar a Jesús. 21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Él les dijo por tercera vez:

—¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito de muerte he hallado en él. Lo castigaré entonces, y lo soltaré.

23 Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado. Y sus voces prevalecieron.

Pilato cede ante el pueblo

24 Entonces Pilato juzgó que se hiciera lo que ellos pedían. 25 Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Camino al Calvario

26 Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. 27 Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí sino lloren por ustedes mismas y por sus hijos. 29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron”. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!” y a los montes: “¡Cúbrannos!”[i]. 31 Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco?

32 Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con él.

La crucifixión de Jesús

33 Cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores: el uno a la derecha y el otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen[j].

Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.

35 El pueblo estaba de pie mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él diciendo:

—A otros salvó. Sálvese a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios.

36 También los soldados lo escarnecían, acercándose, ofreciéndole vinagre 37 y diciéndole:

—Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Había también sobre él un título escrito[k] que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

Jesús y los malhechores

39 Uno de los malhechores que estaban colgados lo injuriaba diciendo:

—¿No eres tú el Cristo?[l]. ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

40 Respondiendo el otro, lo reprendió diciendo:

—¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, padecemos con razón porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos pero este no hizo ningún mal.

42 Y le dijo:

—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Entonces Jesús le dijo:

—De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

La muerte de Jesús

44 Cuando era como el medio día, descendió oscuridad sobre la tierra hasta las tres de la tarde. 45 El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por en medio. 46 Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo:

—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu![m].

Y habiendo dicho esto, expiró.

47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios diciendo:

—¡Verdaderamente este hombre era justo!

48 Y toda la multitud que estaba presente en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos mirando estas cosas.

Jesús es sepultado

50 He aquí, había un hombre llamado José, el cual era miembro del concilio, y un hombre bueno y justo. 51 Este no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos. Él era de Arimatea, ciudad de los judíos, y también esperaba el reino de Dios. 52 Este se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en una peña, en el cual nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación y estaba por comenzar el sábado.

La resurrección de Jesús

55 Las mujeres que habían venido con él de Galilea también lo siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto el cuerpo. 56 Entonces regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes, y reposaron el sábado conforme al mandamiento.

Lucas 23:1-49

Jesús ante Pilato

23 Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, lo llevaron a Pilato. Y comenzaron a acusarlo diciendo:

—Hemos hallado a este que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey.

Entonces Pilato le preguntó diciendo:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Respondiendo, le dijo:

—Tú lo dices.

Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud:

—No hallo ningún delito en este hombre.

Pero ellos insistían diciendo:

—Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes Antipas

Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que lo vería hacer algún milagro. Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada. 10 Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándolo con vehemencia. 11 Pero Herodes y su corte, después de menospreciarlo y burlarse de él, lo vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarlo a Pilato. 12 Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes porque antes habían estado enemistados.

Jesús de nuevo ante Pilato

13 Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14 y les dijo:

—Me han presentado a este como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo lo he interrogado delante de ustedes y no he hallado ningún delito en este hombre de todo aquello que lo acusan. 15 Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte. 16 Así que lo soltaré después de castigarle.

17 [a], 18 Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo:

—¡Fuera con este! ¡Suéltanos a Barrabás!

19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.

20 Entonces Pilato les habló otra vez queriendo soltar a Jesús. 21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Él les dijo por tercera vez:

—¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito de muerte he hallado en él. Lo castigaré entonces, y lo soltaré.

23 Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado. Y sus voces prevalecieron.

Pilato cede ante el pueblo

24 Entonces Pilato juzgó que se hiciera lo que ellos pedían. 25 Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Camino al Calvario

26 Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. 27 Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí sino lloren por ustedes mismas y por sus hijos. 29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron”. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!” y a los montes: “¡Cúbrannos!”[b]. 31 Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco?

32 Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con él.

La crucifixión de Jesús

33 Cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores: el uno a la derecha y el otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen[c].

Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.

35 El pueblo estaba de pie mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él diciendo:

—A otros salvó. Sálvese a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios.

36 También los soldados lo escarnecían, acercándose, ofreciéndole vinagre 37 y diciéndole:

—Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Había también sobre él un título escrito[d] que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

Jesús y los malhechores

39 Uno de los malhechores que estaban colgados lo injuriaba diciendo:

—¿No eres tú el Cristo?[e]. ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

40 Respondiendo el otro, lo reprendió diciendo:

—¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, padecemos con razón porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos pero este no hizo ningún mal.

42 Y le dijo:

—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Entonces Jesús le dijo:

—De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

La muerte de Jesús

44 Cuando era como el medio día, descendió oscuridad sobre la tierra hasta las tres de la tarde. 45 El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por en medio. 46 Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo:

—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu![f].

Y habiendo dicho esto, expiró.

47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios diciendo:

—¡Verdaderamente este hombre era justo!

48 Y toda la multitud que estaba presente en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos mirando estas cosas.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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