Revised Common Lectionary (Complementary)
17 ¡Concédele vida a este siervo tuyo!
¡Obedeceré tu palabra!
18 Abre mis ojos, para que contemple
las maravillas de tu enseñanza.
19 Yo soy extranjero en esta tierra;
no escondas de mí tus mandamientos.
20 Me siento oprimido a todas horas
por el deseo de conocer tus decretos.
21 Tú reprendes a los insolentes y malditos
que se apartan de tus mandamientos.
22 Aléjame de sus ofensas y desprecios,
pues he atendido a tus mandatos.
23 Aunque hombres poderosos tramen hacerme daño,
este siervo tuyo meditará en tus leyes.
24 Yo me alegro con tus mandatos;
ellos son mis consejeros.
4 —Ellos no me creerán, ni tampoco me harán caso —contestó Moisés—. Al contrario, me dirán: “El Señor no se te ha aparecido.”
2 —¿Qué es lo que tienes en la mano? —preguntó el Señor.
—Un bastón —contestó Moisés.
3 —Arrójalo al suelo —ordenó el Señor.
Moisés lo arrojó al suelo y, en ese mismo instante, el bastón se convirtió en una serpiente. Moisés echó a correr para alejarse de ella, 4 pero el Señor le dijo:
—Extiende la mano y agárrala de la cola.
Moisés extendió la mano y, al agarrarla, la serpiente se convirtió otra vez en bastón.
5 —Esto es para que crean que se te ha aparecido el Señor, Dios de tus antepasados, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob 6 —dijo el Señor—. Y ahora, mete tu mano en el pecho.
Moisés metió su mano en el pecho y, al sacarla, vio que estaba enferma de lepra y blanca como la nieve. 7 Entonces Dios le dijo:
—Vuelve a meter tu mano en el pecho.
Moisés lo hizo así y, al sacar la mano de nuevo, ya estaba tan sana como todo su cuerpo. 8 Luego el Señor le dijo:
—Si con la primera señal no te creen ni te hacen caso, entonces te creerán con la segunda; 9 pero si no te creen ni te hacen caso con ninguna de estas dos señales, saca agua del río y derrámala sobre el suelo. En cuanto el agua que saques del río caiga al suelo, se convertirá en sangre.
10 —¡Ay, Señor! —respondió Moisés—. Yo no tengo facilidad de palabra, y esto no es sólo de ayer ni de ahora que estás hablando con este siervo tuyo, sino de tiempo atrás. Siempre que hablo, se me traba la lengua.
11 Pero el Señor le contestó:
—¿Y quién le ha dado la boca al hombre? ¿Quién si no yo lo hace mudo, sordo, ciego, o que pueda ver? 12 Así que, anda, que yo estaré contigo cuando hables, y te enseñaré lo que debes decir.
13 Moisés insistió:
—¡Ay, Señor, por favor, envía a alguna otra persona!
14 Entonces el Señor se enojó con Moisés, y le dijo:
—¡Pues ahí está tu hermano Aarón, el levita! Yo sé que él habla muy bien. Además él viene a tu encuentro, y se va a alegrar mucho de verte. 15 Habla con él, y explícale todo lo que tiene que decir; yo, por mi parte, estaré con él y contigo cuando hablen, y les daré instrucciones de lo que deben hacer. 16 Tú le hablarás a Aarón como si fuera yo mismo, y Aarón a su vez le comunicará al pueblo lo que le digas tú. 17 Llévate este bastón, porque con él harás cosas asombrosas.
El nuevo pueblo de Dios
2 Por lo tanto, despójense de toda clase de maldad, todo engaño, hipocresía y envidia, y toda clase de chismes. 2 Como niños recién nacidos, busquen con ansia la leche espiritual pura, para que por medio de ella crezcan y tengan salvación, 3 ya que han gustado la bondad del Señor.
4 Acérquense, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y de mucho valor. 5 De esta manera, Dios hará de ustedes, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios. 6 Por eso también dice la Escritura:
«Yo pongo en Sión una piedra
que es la piedra principal,
escogida y muy valiosa;
el que confíe en ella no quedará defraudado.»
7 Para ustedes, que creen, esa piedra es de mucho valor; pero para los que no creen se cumple lo que dice la Escritura:
«La piedra que los constructores despreciaron,
se ha convertido en la piedra principal.»
8 Y también esto otro:
«Una roca, una piedra con la cual tropezarán.»
Pues ellos tropiezan al no hacer caso del mensaje: ése es su merecido.
9 Pero ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa. 10 Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes Dios no les tenía compasión, pero ahora les tiene compasión.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.