Revised Common Lectionary (Complementary)
Cántico de los peregrinos.
126 Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
nos parecía estar soñando.
2 Entonces nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían:
«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos».
3 Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros
y eso nos llena de alegría.
4 Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los canales de los ríos en el Néguev.
5 Los que con lágrimas siembran,
con regocijo cosechan.
6 El que llorando esparce la semilla,
cantando recoge sus gavillas.
Profetas mentirosos
9 En cuanto a los profetas:
Mi corazón está quebrantado dentro de mí
y se me estremecen los huesos.
Por causa del Señor
y de sus santas palabras,
hasta parezco un borracho,
alguien dominado por el vino.
10 La tierra está llena de adúlteros,
por causa de la maldición está de luto
y los pastos del desierto se han secado.
Los profetas corren tras la maldad,
y usan su poder para la injusticia.
11 «Impíos son los profetas y los sacerdotes;
aun en mi propia casa encuentro su maldad»,
afirma el Señor.
12 «Por eso su camino será resbaladizo;
serán empujados a las tinieblas,
y en ellas se hundirán.
Yo traeré sobre ellos una calamidad
en el año de su castigo»,
afirma el Señor.
13 «Algo repugnante he observado
entre los profetas de Samaria:
profetizaron en nombre de Baal
y descarriaron a mi pueblo Israel.
14 Y entre los profetas de Jerusalén
he observado cosas terribles:
cometen adulterio y viven en la mentira;
fortalecen las manos de los malhechores,
ninguno se convierte de su maldad.
Todos ellos son para mí como Sodoma;
los habitantes de Jerusalén son como Gomorra».
15 Por tanto, así dice el Señor de los Ejércitos contra los profetas:
«Haré que coman alimentos amargos
y que beban agua envenenada,
porque los profetas de Jerusalén
han esparcido la impiedad por toda la tierra».
El sacerdocio de Melquisedec
7 Este Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, quien regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. 2 A su vez, Abraham le dio el diezmo de todo. El nombre Melquisedec significa en primer lugar: «rey de justicia» y, además, «rey de Salén», esto es, «rey de paz». 3 No tiene padre ni madre ni genealogía; no tiene comienzo ni fin, pero, a semejanza del Hijo de Dios, permanece como sacerdote para siempre.
4 Consideren la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín. 5 Ahora bien, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen, por ley, el mandato de recibir los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque estos también son descendientes de Abraham. 6 En cambio, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. 7 Es indiscutible que la persona que bendice es superior a la que recibe la bendición. 8 En el caso de los levitas, los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso, los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. 9 Hasta podría decirse que Leví, que recibía diezmos, los pagó por medio de Abraham, 10 ya que Leví estaba presente en su antepasado Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro.
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