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Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Isaías 38:10-22

Dios prolonga la vida de Ezequías (2 R 20.1-11; 2 Cr 32.24-26)

38 1-22 En esos días, el rey Ezequías se enfermó gravemente y estaba por morir. El profeta Isaías fue a visitarlo y le dijo: «Dios dice que vas a morir, así que arregla todos tus asuntos familiares más importantes».

Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Dios así: «Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo, y te he agradado en todo». Luego Ezequías lloró con mucha tristeza.

El profeta Isaías salió, y ordenó que le pusieran al rey Ezequías una pasta de higos en la herida para que sanara. Luego el rey preguntó: «¿Cómo puedo estar seguro de que voy a sanar, y que podré ir al templo de mi Dios?»

Dios le dijo a Isaías:

«Vuelve y dile al rey Ezequías, que yo, el Dios de su antepasado David, he escuchado su oración y he visto sus lágrimas. Dile que lo sanaré, y que voy a darle quince años más de vida. Yo salvaré a Ezequías y a Jerusalén del poder del rey de Asiria. Dile además que, como prueba de que cumpliré mi promesa, le daré esta señal: la sombra del reloj del rey Ahaz va a retroceder diez grados».

Todo sucedió como Dios dijo.

Escrito de Ezequías

Luego de recuperarse de su enfermedad, el rey Ezequías escribió lo siguiente:

«Yo pensé que iba a morirme
justo cuando estaba viviendo
los mejores años de mi vida.
Pensé que aquí en la tierra
no volvería a ver a nadie,
y que tampoco vería a mi Dios.
Desbarataron mi casa,
y me deprimí bastante;
¡perdí las ganas de vivir!

»Todo esto pasó de un día para otro,
pero esperé con paciencia
a que saliera el sol.
Me sentía derrotado,
como si un león me hubiera atacado.
Chillé como golondrina,
¡me quejé como paloma!
Me cansé de mirar al cielo y gritar:
“¡Dios mío, estoy angustiado!
¡Dios mío, ven en mi ayuda!”

»Era tanta mi amargura
que ya ni dormir podía.
Pero no podía quejarme
porque tú, mi Dios,
ya me lo habías anunciado,
y cumpliste tu palabra.

»Tú, mi Dios,
me devolviste la salud
y me diste nueva vida.
Tus enseñanzas son buenas,
porque dan vida y salud.
Sin duda fue para mi bien
pasar por tantos sufrimientos.
Por tu amor me salvaste de la muerte,
y perdonaste todos mis pecados.

»Los que han muerto
ya no pueden alabarte,
ni confiar en tu fidelidad;
en cambio, los que aún viven
pueden alabarte como te alabo yo.
También nuestros hijos y nuestros nietos
podrán hablar de tu fidelidad.

»Dios mío, tú me salvarás,
y en tu templo te alabaremos
con música de arpas
todos los días de nuestra vida».

Josué 8:1-23

Josué ataca la ciudad de Ai

Dios le dijo a Josué:

«¡Ánimo! ¡No tengas miedo! Sube a la ciudad de Ai con todos tus soldados. Yo te daré la victoria sobre su rey, su gente y su territorio. Harás con la ciudad y con su rey lo mismo que hiciste con Jericó. Esta vez podrás quedarte con sus bienes y sus animales. Ordena que una parte del ejército se quede al otro lado de la ciudad, para atacarla por sorpresa».

Al prepararse para subir a Ai, Josué escogió a un ejército de treinta mil soldados, a los que envió de noche. Les dijo:

«¡Escuchen! Escóndanse detrás de la ciudad, no muy lejos de ella, y prepárense para atacarla. Yo me acercaré por el frente con los demás soldados. Cuando la gente de Ai salga a atacarnos, huiremos como la vez pasada. Ellos pensarán que estamos huyendo otra vez, y nos perseguirán. Así los alejaremos de la ciudad. Entonces ustedes saldrán de su escondite para atacar la ciudad; porque nuestro Dios, nos la va a entregar. Cuando la hayan tomado, le prenderán fuego como ordenó Dios. Éstas son mis órdenes».

Así los envió Josué al oeste de la ciudad, al lugar donde debían esconderse entre Betel y Ai. Los hombres se fueron allá, mientras que Josué pasó esa noche con su ejército.

10 A la mañana siguiente, Josué se levantó temprano y reunió a los soldados. Se puso al frente de su ejército, y junto con los líderes israelitas marchó hasta la ciudad de Ai. 11 Se detuvieron frente a ella y acamparon. Había un valle entre el campamento y la ciudad. 12 Josué ordenó que cinco mil hombres se escondieran al oeste de la ciudad, entre Betel y Ai. 13 La mayor parte del ejército acampó al norte, y el resto, al oeste de la ciudad. Josué pasó la noche en el valle. 14 Cuando el rey de Ai vio al ejército de Josué, salió enseguida con sus hombres. Bajaron en dirección al valle del Jordán para pelear allí contra los israelitas, sin saber que la ciudad iba a ser atacada desde atrás. 15 Josué y sus hombres hicieron como que retrocedían y huyeron hacia el valle del Jordán. 16 Todo el ejército de la ciudad salió a perseguirlos, mientras los israelitas hacían que se alejaran más y más de la ciudad. 17 Ni en Ai ni en Betel quedó un solo soldado; todos persiguieron a los israelitas, dejando abierto el portón de la ciudad.

Captura y destrucción de Ai

18 Dios le dijo a Josué: «Apunta con tu lanza hacia la ciudad de Ai, porque yo te daré la victoria».

Entonces Josué extendió el brazo y apuntó con su lanza hacia la ciudad. 19 Al ver que Josué levantaba su lanza, los soldados que estaban escondidos salieron corriendo, se apoderaron de la ciudad y le prendieron fuego. 20-21 Cuando los hombres de Ai se dieron vuelta, vieron que el humo subía hasta el cielo. También Josué y sus hombres vieron el humo, y supieron que los otros soldados israelitas habían tomado la ciudad y le habían prendido fuego. Los de Ai no tenían hacia dónde escapar, así que Josué y sus soldados se volvieron y comenzaron a matarlos. 22-23 Los israelitas que habían quemado la ciudad salieron de allí, rodearon a los de Ai y los mataron a todos. No se escapó ninguno, a excepción del rey, quien fue capturado y llevado ante Josué.

Hebreos 12:3-13

Piensen en el ejemplo de Jesús. Mucha gente pecadora lo odió y lo hizo sufrir, pero él siguió adelante. Por eso, ustedes no deben rendirse ni desanimarse, pues en su lucha contra el pecado todavía no han tenido que morir como él.

Pero ustedes parecen haberse olvidado ya del consejo que Dios les da a sus hijos en la Biblia:

«Querido jovencito,
no tomes las intrucciones de Dios
como algo sin importancia.
Ni te pongas triste
cuando él te reprenda.

»Porque Dios corrige y castiga
a todo aquel que ama
y que considera su hijo.»

Si ahora ustedes están sufriendo, es porque Dios los ama y los corrige, como si fueran sus hijos. Porque no hay un padre que no corrija a su hijo. Si Dios no los corrige, como lo hace con todos sus hijos, entonces ustedes no son en verdad sus hijos. Cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y nosotros los respetábamos. Con mayor razón debemos obedecer a Dios, que es nuestro Padre que está en el cielo, pues así tendremos vida eterna.

10 Cuando éramos niños, nuestros padres nos corregían porque pensaban que eso era lo mejor para nosotros. Pero Dios nos corrige para nuestro verdadero bien, para hacernos santos como él. 11 Desde luego que ningún castigo nos gusta en el momento de recibirlo, pues nos duele. Pero si aprendemos la lección que Dios nos quiere dar, viviremos en paz y haremos el bien.

12 Por todo eso, no debemos dejar de confiar totalmente en Dios. Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas. 13 Corran por un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se tuerza más.