Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo 81 (80)
Si Israel me hubiese escuchado
81 Al maestro del coro. Según la melodía de Gat. De Asaf.
2 ¡Canten a Dios, nuestro refugio,
aclamen al Dios de Jacob!
3 Entonen un canto, toquen el pandero,
la melodiosa cítara y el arpa;
4 toquen la trompeta en el novilunio,
en luna llena, el día de nuestra fiesta.
5 Porque esto es una ley para Israel,
es un mandato del Dios de Jacob,
6 una norma que impuso a José
cuando este salió de Egipto.
Oí un lenguaje que no conocía:
7 “Yo quité la carga de sus hombros,
sus manos se libraron de la espuerta.
8 En la angustia gritaste y te salvé,
te contesté oculto en la tormenta,
junto a las aguas de Meribá te probé”. [ Pausa]
9 Escucha, pueblo mío, voy a prevenirte:
¡Israel, ojalá quieras escucharme!
10 No tengas junto a ti a un dios extraño,
no rindas culto a un dios ajeno.
11 Yo soy Dios, tu Señor,
quien te sacó de la tierra de Egipto.
¡Abre tu boca y yo te saciaré!
12 Pero mi pueblo no me escuchó,
Israel no quiso nada conmigo.
13 Y yo los dejé a su antojo,
caminando según sus deseos.
14 Si mi pueblo me hubiera escuchado,
si siguiese Israel mis caminos,
15 vencería en un instante a sus rivales,
volvería mi mano contra sus enemigos.
16 Los que odian al Señor lo adularían,
sería este su destino para siempre;
17 a Israel le haría comer el mejor trigo,
lo saciaría con miel de las peñas.
Historia de Elías (1 Re 17—2 Re 1)
La gran sequía
17 Elías, natural de Tisbé, de Galaad dijo a Ajab:
— Te juro por el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo, que en estos años no habrá lluvia ni rocío, hasta que yo lo ordene.
2 Luego el Señor mandó a Elías este mensaje:
3 — Vete de aquí en dirección a oriente y escóndete en el arroyo de Querit, al este del Jordán. 4 Allí podrás beber agua del arroyo y, además, he ordenado a los cuervos que te lleven comida.
5 Elías se marchó e hizo como le había dicho el Señor: se fue a vivir junto al arroyo Querit, al este del Jordán. 6 Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía agua del arroyo.
7 Al cabo de un tiempo, el arroyo se secó, porque no había llovido en el país. 8 Entonces el Señor le envió este mensaje:
9 — Dirígete a Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allí, que yo le he ordenado a una viuda que te proporcione comida.
10 Elías se puso en camino hacia Sarepta y a la entrada de la ciudad encontró a una viuda recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo:
— Por favor, tráeme en una jarra un poco de agua para beber.
11 Cuando iba a buscarla, Elías le gritó:
— Por favor, trae también un trozo de pan.
12 Pero ella le respondió:
— Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda pan. Apenas me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la alcuza. Precisamente estaba recogiendo algo de leña, para ir a cocerlo para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos.
13 Elías le dijo:
— No te apures. Anda y haz lo que dices. Pero primero prepárame de ahí un panecillo y tráemelo. Después podrás hacerlo para ti y para tu hijo. 14 Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que ni la tinaja de harina se acabará ni la alcuza de aceite se vaciará hasta el día en que él mande la lluvia sobre la tierra.
15 La mujer fue a hacer lo que le dijo Elías y pudieron comer él, ella y su familia durante mucho tiempo. 16 La tinaja de harina no se acabó ni la alcuza de aceite se vació, tal y como el Señor había anunciado por medio de Elías.
5 Puesto que son hijos amados de Dios, procuren parecerse a él 2 y hagan del amor su norma de vida, pues también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios.
3 Y en cuanto a la lujuria, a cualquier clase de impureza o a la avaricia, ni siquiera se mencionen entre ustedes. Así deben comportarse los creyentes. 4 Y lo mismo digo de las obscenidades, conversaciones estúpidas o indecentes, cosas todas que están fuera de lugar; lo de ustedes es dar gracias a Dios. 5 Tengan bien entendido que ningún lujurioso, ningún indecente, ningún avaro —la avaricia es una especie de idolatría—, tendrá parte en la herencia del reino de Cristo y de Dios.
Hijos de la luz
6 Que nadie los engañe con palabras falaces. Estas son precisamente las cosas que encienden la ira de Dios sobre quienes se niegan a obedecerle. 7 ¿Quieren también ustedes ser cómplices suyos? 8 En otro tiempo eran tinieblas, pero ahora son luz al estar unidos al Señor. Pórtense como hijos de la luz, 9 cuyos frutos son la bondad, la rectitud y la verdad. 10 Hagan lo que agrada al Señor 11 y no tomen parte en las estériles acciones de quienes pertenecen al mundo de las tinieblas; desenmascaren, más bien, esas acciones, 12 pues hasta vergüenza da decir lo que esos tales hacen a escondidas. 13 Pero todo cuanto ha sido desenmascarado por la luz, queda al descubierto; 14 y lo que queda al descubierto, se convierte, a su vez, en luz. Por eso se dice:
“Despierta tú que estás dormido,
levántate de la muerte,
y te iluminará Cristo”.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España