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Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Salmos 30

Cambiaste mi tristeza en baile

SALMO 30 (29)

Himno de David para la dedicación del templo.

30 Dios mío,
yo alabo tu grandeza
porque me salvaste del peligro,
porque no dejaste que mis enemigos
se burlaran de mí.

Mi Señor y Dios,
te pedí ayuda, y me sanaste;
¡me salvaste de la muerte!
Estaba a punto de morir
¡y me libraste de la tumba!

Ustedes, los que aman a Dios,
alábenlo y cántenle himnos.
Cuando Dios se enoja,
el enojo pronto se le pasa;
pero cuando ama,
su amor dura toda la vida.
Tal vez lloremos por la noche,
pero en la mañana estaremos felices.

Yo vivía tan tranquilo
que hasta llegué a pensar
que jamás fracasaría.
Tú, mi Dios, en tu bondad,
me habías puesto en lugar seguro,
pero me diste la espalda
y me quedé lleno de espanto.

Dios mío, te estoy llamando;
escucha mis ruegos.
¡Nada ganas con mi muerte!
¡Nada ganas con verme en la tumba!
¡Los muertos no pueden alabarte
ni hablar de tu verdad!

10 Mi Señor y Dios,
¡escúchame y tenme compasión!
¡No me niegues tu ayuda!
11 Tú cambiaste mi tristeza
y la convertiste en baile.
Me quitaste la ropa de luto
y me pusiste ropa de fiesta,
12 para que te cante himnos
y alabe tu poder.

Mi Señor y Dios,
no puedo quedarme callado,
por eso siempre te alabaré.

Lamentaciones 2:1-12

Segundo lamento acróstico[a]

El profeta

¡Pobrecita de ti, Jerusalén!
Cuando Dios se enojó contigo,
derribó tu templo
y acabó con tu belleza.
Ni siquiera se acordó
de tu reino en este mundo.

Ofendido y enojado,
Dios destruyó por completo
todas las casas de Israel.
Derribó las fortalezas de Judá;
quitó al rey de su trono,
y puso en vergüenza a sus capitanes.

Borró Dios nuestro poder
cuando se enojó con nosotros.
Nos enfrentamos al enemigo,
pero Dios nos retiró su ayuda.
¡Todo Israel arde en llamas!
¡Todo lo destruye el fuego!

Rompió en mil pedazos
las casas de Jerusalén,
y acabó con nuestros seres queridos.
Como si fuera nuestro enemigo,
decidió quitarnos la vida;
su enojo fue como un fuego
que nos destruyó por completo.

El llanto por los muertos
se oye por todo Judá.
Dios parece nuestro enemigo,
pues ha acabado con nosotros.
¡Todas sus fortalezas y palacios
han quedado en ruinas!

Como quien derriba una choza,
Dios destruyó su templo.
Ya nadie en Jerusalén celebra
los sábados ni los días de fiesta.
Dio rienda suelta a su enojo
contra el rey y los sacerdotes.

Incitó al ejército enemigo
a conquistar Jerusalén,
y el enemigo gritó en su templo
como si estuviera de fiesta.
¡Dios ha rechazado por completo
su altar y su santuario!

Todos los muros y las rampas
son ahora un montón de escombros.
Dios decidió derribar
el muro que protegía a Jerusalén.
Todo lo tenía planeado;
¡la destruyó sin compasión!

¡Adiós, maestros de la ley!
¡Adiós, profetas!
¡Dios ya no habla con nosotros!
El rey y los capitanes
andan perdidos entre las naciones.
La ciudad quedó desprotegida,
pues Dios derribó sus portones.

10 De luto están vestidos
los ancianos de Jerusalén.
En silencio se sientan en el suelo
y se cubren de ceniza la cabeza.
¡Las jóvenes de Jerusalén
bajan la cabeza llenas de vergüenza!

11 Estoy muy triste y desanimado
porque ha sido destruida mi ciudad.
¡Ya no me quedan lágrimas!
¡Siento que me muero!
Por las calles de Jerusalén
veo morir a los recién nacidos.

12 Tímidamente claman los niños:
«¡Mamá, tengo hambre!»;
luego van cerrando los ojos
y mueren en las calles,
en brazos de su madre.

2 Corintios 8:1-7

Demos con amor

Hermanos míos, queremos contarles cómo Dios ha mostrado su amor y su bondad a las iglesias de la región de Macedonia. Estas iglesias han pasado por muchas dificultades, pero están muy felices. Son muy pobres, pero han dado ofrendas como si fueran ricas. Les aseguro que dieron todo lo que podían, y aun más de lo que podían. No lo hicieron por obligación, sino porque quisieron hacerlo, y hasta nos rogaron mucho que los dejáramos colaborar en esta ayuda al pueblo de Dios. Hicieron más de lo que esperábamos. Primero se entregaron a sí mismos al Señor, y después a nosotros. De este modo, hicieron lo que Dios esperaba de ellos.

Tito fue quien comenzó a recoger entre ustedes las ofrendas para esta bondadosa ayuda. Por eso le rogamos que siga haciéndolo. Todos saben que ustedes son buenos en todo: su confianza en Dios es firme, hablan mejor, saben más, tienen mucho entusiasmo para servir a los demás, y nos aman mucho. Ahora les toca ser los mejores, contribuyendo para esta bondadosa ayuda.