Revised Common Lectionary (Complementary)
La misericordia eterna del SEÑOR
118 ¡Alaben al SEÑOR porque es bueno;
porque para siempre es su
misericordia!
2 Diga, por favor, Israel:
“¡Para siempre es su misericordia!”.
19 ¡Ábranme las puertas de la justicia! Entraré por ellas y daré gracias
al SEÑOR[a].
20 Esta es la puerta del SEÑOR; por ella entrarán los justos.
21 Te daré gracias
porque me has respondido
y has sido mi salvación.
22 La piedra que desecharon los edificadores
ha venido a ser la principal del ángulo.
23 De parte del SEÑOR es esto;
es una maravilla a nuestros ojos.
24 Este es el día que hizo el SEÑOR; nos gozaremos y nos alegraremos
en él.
25 ¡Oh SEÑOR, sálvanos, por favor! ¡Oh SEÑOR, haznos prosperar!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR!
Desde la casa del SEÑOR los bendecimos.
27 El SEÑOR es Dios
y nos ha resplandecido.
Aten ramas festivas junto[b] a los cuernos del altar.
28 Mi Dios eres tú; a ti te daré gracias. Oh Dios mío, a ti te ensalzaré.
29 ¡Alaben al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su
misericordia!
La entrada triunfal en Jerusalén
11 Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos 2 y les dijo:
—Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando hayan entrado allí, en seguida hallarán atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 3 Y si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez”.
4 Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles, y lo desataron. 5 Algunos de los que estaban allí les dijeron:
—¿Qué hacen desatando al borriquillo?
6 Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y los dejaron ir.
7 Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. 8 Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles[a]. 9 Los que iban delante y los que lo seguían aclamaban:
—¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![b]. 10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!
11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.
La entrada triunfal en Jerusalén
12 Al día siguiente, cuando oyó que Jesús venía a Jerusalén, la gran multitud que había venido a la fiesta 13 tomó ramas de palmera y salió a recibirlo, y lo aclamaba a gritos: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!”[a].
14 Habiendo encontrado Jesús un borriquillo, montó sobre él como está escrito:
15 No temas, hija de Sion. ¡He aquí tu Rey viene, sentado sobre una cría de asna![b].
16 Sus discípulos no entendieron estas cosas al principio. Pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que estas cosas le hicieron a él.
4 El SEÑOR Dios[a] me ha dado una lengua adiestrada para saber responder palabra al cansado. Me despierta cada mañana; cada mañana despierta mi oído para que yo escuche, como los que son adiestrados. 5 El SEÑOR Dios[b] me abrió el oído, y no fui rebelde ni me volví atrás. 6 Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los escupitajos. 7 Porque el SEÑOR Dios[c] me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado.
8 Cercano está a mí el que me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. 9 He aquí que el SEÑOR Dios[d] me ayudará; ¿quién me podrá condenar? He aquí que todos ellos se envejecerán como un vestido, y se los comerá la polilla.
9 Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, porque estoy en angustia.
Mis ojos, mi alma y mis entrañas
se han debilitado por el pesar.
10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar.
Mi fuerza me falla a causa
de mi iniquidad,
y mis huesos se han debilitado.
11 Para todos mis enemigos he sido objeto de oprobio.
He sido objeto de horror
para mis vecinos,
y de miedo para mis conocidos. Los que me veían huían de mí.
12 He sido olvidado en sus corazones como un muerto;
he venido a ser como un objeto inútil.
13 Porque he oído la calumnia de muchos; el terror está por todas partes, mientras traman unidos contra mí
y planean quitarme la vida.
14 Pero yo he confiado en ti, oh SEÑOR. He dicho: “Tú eres mi Dios;
15 en tus manos están mis tiempos”. Líbrame de la mano de mis enemigos
y de mis perseguidores.
16 Haz resplandecer tu rostro
sobre tu siervo;
sálvame por tu misericordia.
5 Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús:
6 Existiendo en forma de Dios,
él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse;
7 sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo,
haciéndose semejante a los hombres;
8 y, hallándose en condición de hombre,
se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!
9 Por lo cual, también Dios
lo exaltó hasta lo sumo
y le otorgó el nombre
que es sobre todo nombre;
10 para que en el nombre de Jesús
se doble toda rodilla
de los que están en los cielos,
en la tierra y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese
para gloria de Dios Padre
que Jesucristo es Señor.
Acuerdo para matar a Jesús
14 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderlo por engaño y matarlo 2 pues decían: “No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo”.
Jesús es ungido en Betania
3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús. 4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron:
—¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5 Porque podría haberse vendido este perfume por casi un año de salario y haberse dado a los pobres.
Y murmuraban contra ella, 6 pero Jesús dijo:
—Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una buena obra conmigo. 7 Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, y cuando quieren les pueden hacer bien, pero a mí no siempre me tienen. 8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9 De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella.
Judas ofrece traicionar a Jesús
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. 11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.
Preparativos para la Pascua
12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron:
—¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
13 Él envió a dos de sus discípulos y les dijo:
—Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo 14 y, donde entre, digan al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”. 15 Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparen allí para nosotros.
16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.
Jesús anuncia la traición de Judas
17 Al atardecer fue con los doce 18 y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo:
—De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro:
—¿Acaso seré yo?
20 Él les dijo:
—Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato. 21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
La Cena del Señor
22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo:
—Tomen; esto es mi cuerpo.
23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella. 24 Y él les dijo:
—Esto es mi sangre del pacto[a], la cual es derramada a favor de muchos. 25 De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de Pedro
27 Entonces Jesús les dijo:
—Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas[b]. 28 Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo:
—Aunque todos sean escandalizados, yo no.
30 Jesús le dijo:
—De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
31 Pero él le decía con mayor insistencia:
—Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré.
También todos decían lo mismo.
Angustia de Jesús en Getsemaní
32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
—Siéntense aquí mientras yo oro.
33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo:
—Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.
35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora. 36 Decía:
—¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro:
—Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora? 38 Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras. 40 Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
41 Volvió por tercera vez y les dijo:
—¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 ¡Levántense, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.
Jesús es arrestado
43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. 44 El que lo entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ese es. Préndanlo y llévenlo con seguridad”. 45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo:
—¡Rabí!
Y le besó. 46 Entonces ellos le echaron mano y lo prendieron; 47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Jesús respondió y les dijo:
—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos para prenderme? 49 Cada día yo estaba delante de ustedes enseñando en el templo, y no me prendieron. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces todos los suyos lo abandonaron y huyeron. 51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, lo seguía; y lo prendieron. 52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el Sanedrín
53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.
55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a muerte, pero no lo hallaban. 56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban. 57 Entonces se levantaron unos y dieron falso testimonio contra él diciendo:
58 —Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”.
59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos. 60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y le preguntó a Jesús diciendo:
—¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo:
—¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Jesús le dijo:
—Yo soy. Y además, verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder[c] y viniendo con las nubes del cielo[d].
63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo:
—¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64 Ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?
Y todos ellos lo condenaron como reo de muerte. 65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle bofetadas diciendo:
—¡Profetiza!
También los guardias lo recibieron a bofetadas.
Pedro niega a Jesús
66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote. 67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo:
—¡Tú también estabas con Jesús de Nazaret!
68 Pero él negó diciendo:
—No lo conozco, ni sé lo que dices.
Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó. 69 Cuando la criada lo vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí:
—Este es uno de ellos.
70 Pero él negó otra vez.
Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro:
—Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo[e].
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar:
—¡No conozco a este hombre de quien hablan!
72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez; y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, me negarás tres veces”. Y pensando en esto, lloraba.
Jesús ante Pilato
15 Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
Y respondiendo le dijo:
—Tú lo dices.
3 Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo:
—¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Pero Jesús, aun con eso, no respondió nada, de modo que Pilato se maravillaba.
6 En la fiesta Pilato solía soltarles un preso, el que pidieran. 7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección. 8 La multitud se levantó y comenzó a pedir que les hiciera como acostumbraba.
9 Entonces Pilato les respondió diciendo:
—¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?
10 Porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes. 11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás. 12 De nuevo intervino Pilato y les decía:
—¿Qué, pues, quieren que haga con el que llaman “el rey de los judíos”?
13 De nuevo gritaron:
—¡Crucifícalo!
14 Entonces Pilato les dijo:
—Pues, ¿qué mal ha hecho?
Pero lanzaron gritos aun más fuertes:
—¡Crucifícalo!
15 Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Los soldados se burlan de Jesús
16 Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía. 17 Lo vistieron de púrpura y, habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron 18 y comenzaron a aclamarle:
—¡Viva, rey de los judíos!
19 También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.
20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces lo sacaron para crucificarle.
La crucifixión de Jesús
21 Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús. 22 Y lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera. 23 Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Y lo crucificaron, y repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. 25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. 26 El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27 Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. 28 [f], 29 Y los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas y diciendo:
—¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
31 De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían:
—A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. 32 ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos!
También los que estaban crucificados con él lo injuriaban.
La muerte de Jesús
33 Cuando llegó el medio día, descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 34 Y a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:
—¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? (que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[g].
35 Al oírle, algunos de los que estaban allí decían:
—He aquí, llama a Elías.
36 Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo:
—Dejen, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo.
39 El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo:
—¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!
40 También estaban allí algunas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé. 41 Cuando Jesús estaba en Galilea, estas lo seguían y le servían. También había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
42 Cuando ya atardecía, siendo el día de la Preparación; es decir, la víspera del sábado, 43 llegó José de Arimatea, miembro ilustre del concilio, quien también esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto. 45 Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. 46 Comprando una sábana y bajándolo de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María la madre de José miraban dónde lo ponían.
Jesús ante Pilato
15 Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
Y respondiendo le dijo:
—Tú lo dices.
3 Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo:
—¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Pero Jesús, aun con eso, no respondió nada, de modo que Pilato se maravillaba.
6 En la fiesta Pilato solía soltarles un preso, el que pidieran. 7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección. 8 La multitud se levantó y comenzó a pedir que les hiciera como acostumbraba.
9 Entonces Pilato les respondió diciendo:
—¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?
10 Porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes. 11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás. 12 De nuevo intervino Pilato y les decía:
—¿Qué, pues, quieren que haga con el que llaman “el rey de los judíos”?
13 De nuevo gritaron:
—¡Crucifícalo!
14 Entonces Pilato les dijo:
—Pues, ¿qué mal ha hecho?
Pero lanzaron gritos aun más fuertes:
—¡Crucifícalo!
15 Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Los soldados se burlan de Jesús
16 Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía. 17 Lo vistieron de púrpura y, habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron 18 y comenzaron a aclamarle:
—¡Viva, rey de los judíos!
19 También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.
20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces lo sacaron para crucificarle.
La crucifixión de Jesús
21 Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús. 22 Y lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera. 23 Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Y lo crucificaron, y repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. 25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. 26 El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27 Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. 28 [a], 29 Y los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas y diciendo:
—¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
31 De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían:
—A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. 32 ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos!
También los que estaban crucificados con él lo injuriaban.
La muerte de Jesús
33 Cuando llegó el medio día, descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 34 Y a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:
—¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? (que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[b].
35 Al oírle, algunos de los que estaban allí decían:
—He aquí, llama a Elías.
36 Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo:
—Dejen, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo.
39 El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo:
—¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!
40 También estaban allí algunas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé. 41 Cuando Jesús estaba en Galilea, estas lo seguían y le servían. También había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
42 Cuando ya atardecía, siendo el día de la Preparación; es decir, la víspera del sábado, 43 llegó José de Arimatea, miembro ilustre del concilio, quien también esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto. 45 Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. 46 Comprando una sábana y bajándolo de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María la madre de José miraban dónde lo ponían.
Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano